Esos buitres privados, ojo, también hay buitres que trabajan en el Estado; pero vamos: esos buitres privados que comprarían las vacunas son los mismos que lucran en las farmacias y las boticas, en las clínicas de todos los niveles. Esos buitres son los que lucran ahora mismo con el balón de oxígeno y con la venta de todos los aparatos que pueden darnos algo de oxígeno en estas épocas de asfixia. Los buitres subieron de 3 mil a 17 mil soles el concentrador de oxígeno y lo alquilan a 400 soles por día.
La labor del Estado en todo el mundo es garantizar que los ciudadanos gocen de salud sin importar su raza, su sexo, su billete. El Estado peruano puede y debe comprar las vacunas necesarias e inmunizar gratis a todos en un proceso que debe ser transparente, incluso con lista publicada. Este proceso es largo y complejo. Esto no les gusta a los buitres, que son la peor lacra de la sociedad, porque les quita la posibilidad de ganar plata. De todo quieren hacer dinero los buitres de siempre y no se les remuerde ni un poquito la conciencia cuando sus cuentas bancarias engordan a costa del dolor ajeno.
Los buitres quieren vacunarse lo más pronto posible porque tiene la posibilidad de comprar todas las dosis que quieran y después gritarán por todos los medios que la gente tiene que salir a trabajar. Gente que no está vacunada, a trabajar para ellos. Así son los buitres y los peores son los que los que los defienden por una migaja, por un espacio en televisión, por un puesto.
En la primera ola, Melissa Zamudio, mediante “Cuarto Poder”, denunció que la clínica San Pablo le quiso cobrar 326 soles por el medicamento cutenox, que en el sector público cuesta apenas 7 soles. Melissa Zamudio descubrió que, por el inyectable de omeprazol, de 40 miligramos, que en el sector salud cuesta un sol, San Pablo facturaba con 165 soles. Esto solo es un ejemplo.
Los buitres no salen de sus casas de lujo; pero les parece una buena noticia que el presidente de la república, Francisco Sagasti, haya decidido levantar la cuarentena. Sus empresas pueden reactivarse.
Parece que a Sagasti no le va bien con los cálculos. Nos envió a cuarentena por la segunda ola el domingo 31 de enero cuando debió hacerlo antes y ahora manda a decir que levanten la cuarentena el domingo 14 de marzo cuando debió hacerlo después. En todo caso, no existen cifras claras que señalan que ya no es extremadamente peligroso salir de casa y todo indica que la fluctuación del número de fallecidos y contagiados no cambió mucho en comparación con las cifras de hace una semana.
A veces, creo que Sagasti se rinde ante la presión de los buitres.
Estamos en una crisis espantosa y francamente Sagasti no sabe qué hacer. En realidad, nadie lo sabe. Nuestro presidente ha perdido la brújula. Se acerca el 11 de abril, día de las elecciones, y el país está llorando a sus muertos y rogando por una esperanza en una cama triste en casa o en las Unidades de Cuidados Intensivos, mientras los buitres de siempre sacan provecho en las clínicas.
Si los privados quisieran ayudar, no venderían la porquería de comida que venden; ayudarían a hacer campañas profundas de alimentación, cuidado y prevención contra el bicho maldito. Si los privados quisieran ayudar, destinaría parte de sus recursos, que son muchos, para frenar la pandemia en zonas donde el Estado no puede hacerlo por diversos motivos.
Hay mucha gente, con mucho dinero, que tiene mucha plata, y ayuda. Ellos saben quiénes son los buitres y los detestan; y pelean para que este país deje de ser la chacra de los parecidos a los que sobornaron a Vizcarra, de Vizcarra y los otros sinvergüenzas.