Esa mañana, tarde y noche en que se perpetró la elección trucha de los magistrados del Tribunal Inconstitucional, los periodistas estaban fuera del Parlamento.
María del Carmen Alva, la presidenta de la jaula que quiere ser presidenta de la República, había decidido de manera conveniente que ningún periodista debía hacer su trabajo dentro del Congreso. El pretexto era el asunto del coronavirus, cuyo poderío mortal felizmente está disminuyendo. Quien no pierde su poder es María del Carmen Alva y hace todo lo que se oponga a la democracia.
Ángel Páez, jefe de la Unidad de Investigación de “La República”, protestó de esta manera: “María del Carmen Alva, hija del periodista y fundador de la Agencia de Noticias Andina, Miguel Alva Orlandini, niega acceso a los periodistas al Congreso para que cumplan con su trabajo. Su padre estaría avergonzado”.
María del Carmen Alva no se avergüenza. No se avergüenza de nada y sigue adelante como su amigo Manuel Merino, quien se atrevió a llegar a Palacio de Gobierno. Ella también quiere arribar a Palacio. Le dedica todas sus fuerzas a este propósito.
María del Carmen Alva es botón de muestra de una clase política decadente, golpista y racista. Nada la detiene. Si es capaz de evitar que los periodistas entren al Parlamento por varios días, es capaz de todo.