Una Asamblea Constituyente surge cuando los ciudadanos en las calles buscan salidas viables cansados de gobiernos corruptos, usurpadores y asesinos. Una Asamblea Constituyente tiene el propósito de mejorar las reglas establecidas en un país con el objetivo de conseguir una democracia genuina.
La Asamblea Constituyente, que dio origen a la Constitución de 1979, la convocó una junta militar presidida por Francisco Morales Bermúdez en junio de 1978 no porque este tenía talante democrático, sino porque los ciudadanos en las calles así lo exigían.
Casi un año antes de la convocatoria de Morales Bermúdez, el 19 de julio de 1977 se realizó en el Perú un alucinante paro general que fue la demostración evidente de que el país quería mejores rumbos luego de la experiencia del gobierno del general Juan Velasco Alvarado y la traición al proceso de Morales Bermúdez.
Curiosamente, tal como lo hace notar Constante Traverso, en su voluminoso libro “La izquierda en el Perú”, aquellos tiempos coincidieron con la asunción a la presidencia de los Estados Unidos de Jimmy Carter, quien tenía como una de sus políticas el respeto a las libertades democráticas de los países.
En estos tiempos, Trump acaba de caer y se alistan Joseph Biden y Kamala Harris para darle nuevos aires a los Estados Unidos, mientras que, en América Latina, nuestros hermanos de Bolivia, Chile, Brasil, Argentina, Ecuador luchan por una democracia auténtica.
En nuestro país, la valentía de los jóvenes se impone en calles, plazas y avenidas. Exigen, este preciso momento, cárcel para Manuel Merino, Ántero Flores-Aráoz y sus cómplices, y cambios profundos que entierren de una vez por todas la casta de políticos manchados de corrupción y de sangre.
Como nunca hay, ahora en el Perú, condiciones para buscar nuevos rumbos. Así lo creen la señora que protesta con cacerola en mano desde su ventana; el padre de familia que sale con su menor hijo a apoyar a la marcha; los jóvenes en bicicleta; el señor de la camioneta; la señora de 67 años que marcha en la Plaza San Martín; el joven valiente que se pregunta: si no es ahora, ¿cuándo?; los que se organizan en sus barrios; los que no se rendirán jamás porque la meta es un Perú mejor.
Los trabajadores organizados han llamado a una jornada nacional de lucha para este 18 y hay quienes, como Verónika Mendoza, que proponen que este 11 de abril los peruanos, además de votar por un candidato presidencial, deben decidir mediante un referéndum si quieren cambiar la Constitución.
La Constitución de 1993 indica, en su artículo 32, que el referéndum es un derecho ciudadano y este se puede aplicarse en los siguientes casos: La reforma total o parcial de la Constitución, la aprobación de normas con rango de ley, las ordenanzas municipales y las materias relativas al proceso de descentralización.
El nuevo presidente Francisco Sagasti debe comprometerse a que el 11 de abril los ciudadanos también decidamos si queremos cambiar la Constitución y el presidente electo debe convocar a una Asamblea Constituyente.
El gran ensayista Víctor Hurtado Oviedo, al comentar sobre si hay condiciones para una Asamblea Constituyente, dijo: “Mejor es recuperar la Constitución de 1979 y modificarla en lo que sea necesario, en el Congreso siguiente. Una Asamblea Constituyente sería una pérdida de tiempo y de dinero, y una profusión de discursos de alguna gente ansiosa de pronunciarlos”.
El observador Pedro Francke sostiene que esta vacancia golpista deja en claro las graves falencias de la actual Constitución: blinda el modelo neoliberal en la economía, privatiza la educación y permite el remate de nuestros recursos naturales.
Hay, sin embargo, quienes defienden con dientes esta Constitución. Una de ellas es Martha Chávez y los que aplauden por dinero la captura del Estado por la Confiep y los grandes intereses económicos.
Forjar una nueva Constitución, que surgió en la dictadura de Fujimori, Montesinos y Keiko, no es una tarea fácil. Sin embargo, para esta generación nada parece ser imposible.
El historiador Nelson Manrique dijo: “La Generación del Bicentenario tiene algo que estaba ausente desde la Generación del 68: la convicción de estar haciendo la historia. Esto es una fuerza enorme y una gran responsabilidad”.