Este artículo es de hace 3 años

El referéndum es un camino para nueva Constitución

A Sagasti le corresponde asumir el gran desafío de cerrar un lustro de turbulenta desestabilización política, dejando atrás no solo la noche oscura que vivimos.

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Electo por el Congreso el nuevo presidente transitorio, Francisco Sagasti, después de las encendidas protestas que han conmovido al país con el trágico saldo de dos estudiantes muertos, decenas de detenidos y cerca de 40 desaparecidos hasta el momento, luego de la vacancia de Martín Vizcarra y la renuncia de Manuel Merino,  le corresponde asumir el gran desafío de cerrar un lustro de turbulenta desestabilización política, dejando atrás no solo la noche oscura que vivimos, sino también vislumbrando soluciones de largo plazo, postergadas por más de 200 años de vida republicana.

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No podemos empezar nuestro análisis sin mencionar que la inestabilidad de este periodo gubernamental se inició, en el 2016, signado por la fatal promesa de Keiko Fujimori de vengar su derrota electoral ante PPK, a la vez que, con insoportable soberbia, ofrecía gobernar desde el Congreso, aprovechando la abrumadora mayoría de 73 congresistas obtenidos mediante el más burdo clientelismo financiado por Odebrecht y los principales banqueros del país.

El resultado de esa dinámica de demolición institucional y confrontación en que fue sumido el país lo vemos ahora: cuatro presidentes en menos de cinco años, dos renunciantes y uno vacado, un congreso disuelto, tres gabinetes sin la investidura de confianza parlamentaria y decenas de ministros relevados del cargo. Fuimos arrastrados a los tiempos del viejo caudillismo republicano. 

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Mientras tanto, la pandemia y crisis económica caían inexorablemente sobre todos los peruanos, causando estragos de miles de muertos y desocupados, con el corolario de sangre y dolor que ahora enluta al país. 

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Al producirse la convocatoria a las elecciones generales del 2021, nos hemos encontrado con una veintena de partidos políticos sin candidatos y candidatos sin partido. Los primeros a la búsqueda de frívolos personajes del fútbol y la farándula, y los segundos de un vientre de alquiler que los cobije. Es decir, más de lo mismo de varias décadas atrás, y con la política convertida en objeto de fatuos arribismos desbocados.

Pero no solo venimos padeciendo de trágica precariedad institucional, sino también de precariedad y miseria de vida, salud, educación, seguridad ciudadana y justicia; donde el soberano pueblo ha sido ignorado y ninguneado de las grandes decisiones en el aprovechamiento de nuestras riquezas naturales, supeditando su destino al interés del mercado y cálculo de las grandes trasnacionales, relegando el Estado al triste papel de subsidiario en su propio territorio.

El estallido social

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Esta postergación centenaria, y acentuada en los últimos 40 años, ha sido la pólvora comprimida que ha estallado desde el fondo de los corazones al encenderse el detonante de la vacancia de Vizcarra, en medio de la pandemia, pese a las sólidas y gravísimas imputaciones que pesan sobre él por eventual delito de cohecho.

La extensión e intensidad a nivel nacional de las movilizaciones, así como la indignación contagiante de la Generación del Bicentenario en magnitudes nunca vistas, nos dicen que el país ha entrado a lo que en el Derecho Constitucional y la Ciencia Política se denomina el momento constituyente, es decir, donde el soberano pueblo exige con ardor y efervescencia estatuirse nuevamente, realizando profundos cambios estructurales y de orden institucional, que solo pueden lograse convocando a una Asamblea Constituyente para la discusión y elaboración de otra Carta Magna que establezca nuevas reglas soberanas de un juego realmente democrático.  De lo contrario, seguirán persistiendo nuevos episodios de contienda e inestabilidad social, tal vez más explosivos que los actuales.

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Reducir el sentido de las protestas al tema de la vacancia presidencial, seria desaprovechar esa arrolladora fuerza creadora, del ímpetu social y juvenil, que el elegido presidente transitorio del Bicentenario, Francisco Sagasti, debe saber interpretar, a partir de entender que estamos ante un fenómeno social e histórico, de renovados tiempos que soplan en Latinoamérica. Lo hemos visto en Chile y Bolivia, últimamente, y no se extrañen de que lo veamos en otras latitudes próximamente.

Nuestra generación sufrió y soportó estoicamente el hambre, recesión, informalidad y desempleo de los 90 para sacar al Perú adelante, lográndolo parcialmente, bajo los parámetros ominosos de la Constitución de Fujimori-Montesinos; sin embargo, la generación actual se ha rebelado y con justa razón, ya no desea vivir ni ser ninguneada como hasta ahora, desean un patria nueva y distinta.

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En nuestra publicación del 26 de octubre último hemos planteado, y lo reiteramos ahora que la propuesta ha sido recogida también por la candidata presidencial Verónika Mendoza, que se aproveche la convocatoria a las elecciones generales del 11 de abril, para incluir un referéndum o directa convocatoria a Asamblea Constituyente. No costara más que unos centímetros de papel por cada cédula de votación. El nuevo presidente tiene la palabra.

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Antonio Castillo Colaborador de EL PERFIL
Abogado y analista político. Exintegrante de la Procuraduría Anticorrupción del Perú y exasesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, entre otros cargos públicos.
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