Las instituciones educativas para las infancias, adolescencias y juventudes LGTBI se convierten en grandes silenciadores de nuestras vidas, silenciadores que tienen el efecto contrario, porque resuenan mensajes continuamente desde estos lugares, pero no los correctos. El colegio no solo silencia nuestras vidas, sino que las hace imposibles de vivir, porque las llena de miedos, de amenazas y de sospechas.
La orientación sexual y la identidad de género son constitutivos de nuestras vidas, y van formando parte de nuestro desarrollo integral desde pequeños, ¿qué pasa cuando estas características son invalidadas por una educación que no las menciona? ¿qué sucede con las personas que necesitan esta información urgentemente en su vida porque diversos contenidos homofóbicos y transfóbicos ya se está haciendo presente en sus hogares? Pues son afectadas en su salud mental, en su autoestima, en su autopercepción y están más expuestos a vivir episodios de depresión y suicidio.
La información sobre las vidas LGTBI en el Perú son limitadas, aún más la dirigida para público juvenil. Estas limitaciones no permiten que la información llegue por otros canales frente a la ausencia de los medios oficiales de hacerlas llegar. Existe literatura dirigida a este público, pero es poca. Entre las publicaciones que han aparecido estos últimos años está el cuento infantil "¿Camila tiene dos mamás?" (2015), de mi autoría; los cuentos de Lakita Canessa, "El príncipe Carolina" (2016) y "Dorita y el dragón" (2017), y la publicación de Luisa Fernanda Lindo, "Tu familia" (2017).
Estos libros no llegan a los colegios, lo que hace imposible debatir de estos temas de una forma diferente a como suelen ser tocados, es decir, abiertamente, con comprensión y sin prejuicios; la situación es mucho peor cuando estos temas son tratados en colegios religiosos. Es ahí en donde la violencia a las infancias LGTBI se hace más efectiva, porque no es el silencio sobre nuestras vidas lo que se percibe a diario, sino una constante modificación de nuestras conductas, con discursos abiertamente homofóbicos y transfóbicos, que conllevan sanciones sociales.
Frente a esta violencia continua que se vive en los colegios, la población LGTBI tiene una serie de carencias para enfrentarlas, desde la imposibilidad de reconocer que se es LGTBI, la falta de información los profesores para abordar estos temas hasta la incapacidad de los padres para comprender y ayudar a sus hijxs, todo refuerza para que las vidas de los más jóvenes sean invivibles.
Las infancias y juventudes LGTBI se enfrentan a violencia todos los días de sus vidas, sin recursos para enfrentarlas, sin herramientas para desarrollar una autoestima sana, sin posibilidades de escapar de padres violentos, y sin un Estado que los proteja, que les brinde espacios en donde refugiarse de la violencia familiar y que les diseñe políticas de protección. Si esto continúa pasando, miles seguirán viendo sus horizontes moldeados por la discriminación y el sufrimiento, y algunos tomarán las decisiones más radicales: morir a seguir viviendo con la violencia encima.