En pleno viaje con tráfico liberado, algunas voces masculinas comentan: ¿cuál es la verdad?, ¡me perdí en medio de la historia! Mientras tomo un café, escucho a una a voz imperativa sentenciar: ¡está loco! Y cuando retorno a casa, los míos sugieren: ¡hay que ir a verla! ¡Está buenaza!
La suerte estaba echada, había que complacer a la curiosidad y saber ¿por qué tanta expectativa genera el estreno de una nueva versión de un archi conocido personaje de la ficción? Lo vi en mis años mozos en medio de toda la pila de revistas de comics alquilados que leía lenta y calmadamente huyendo de la realidad.
Por alguna extraña razón la ansiedad me invade en los momentos previos al espectáculo. Quería saber qué de especial tiene esta nueva versión del guasón, el risas, el bromas o el jajas, como lo llaman algunos, y del que tanto se ha escuchado hablar últimamente. De principio a fin saboreo un sibarita coctel de suspenso, emoción, angustia, tristeza, resignación, algo de alegría y hasta cierto grado frustración.
Ha culminado la película y aflora en mí la empatía. Me solidarizo con ese pedazo humano, con este vómito de una sociedad que lo engulle con exquisito sadismo para devolverlo como el más repugnante bocado de un pestilente mundo.
¡Pobre guasón!, un ser imaginario en el mundo de DC Comics, pero que es tan real para estos lares como cuando el Estado desadaptado no atiende la salud integral de la población como lo dice y manda la Constitución, valorando más al foráneo que al dueño de casa, por ejemplo.
Un tipo herido que tiene que rebuscar irónicamente la poca resiliencia que le queda luego de intentar a diario levantar la cabeza porque ‘los normales’ lo pisotean con su indiferencia, no sin antes, claro, de clamar por redes sociales oraciones que lo hacen ver como buena gente, cuando en realidad preparan su venganza para apuñalar por la espalda. Para ellos eso sí que es sano.
Desde el estreno de esta película, la mayoría funge de psicoanalista ciudadano graduado en la sala de cine. ¿Será que recién se preocupan por la salud mental del país?, o será que ya se enteraron de que en breve cerrarán cerca de 150 centros de salud mental comunitario a nivel nacional, según pudo anunciar recientemente la ministra de Salud, Zulema Tomás Gonzáles. ¡Bah, no creo!
La gente critica y juzga lo que lleva dentro. Ya lo decía Carl Jung, padre de la psicología analítica, “la psique del hombre debería ser estudiada porque nosotros somos el origen de todo mal”
¿Quién no se ha sentido en algún momento como el Joker?, más aún cuando la violencia, en cualquiera de sus formas, no es considerado delito en tu país, pero sí se hizo justicia primero con el plagio. ¿A quién no le han venido esos pensamientos?, sobre todo cuando el ser más dulce y sublime cría discapacitados sociales que necesitan ser siempre los martillos en una relación, ¿qué clase de locura es esa?
Vivimos en una sociedad donde queremos ser los ejemplares discípulos de Yisus y empezamos a pregonar que ya se han reportado en Lima cerca de tres casos en los que se sienten identificados con la personalidad del Joker, sino pregúntenle al director del instituto nacional de salud mental Honorio Delgado Hideyo Noguchi, Freddy Vásquez.
Eso sí que es terrible frente a una versión falsa lanzada a nivel nacional en la que una asesina dice que le cerraron el paso de su vehículo y que por ello perdió el control del timón y así no más mato a dos jóvenes, cuando las imágenes y los peritos dicen todo lo contrario, y aun así la han librado de purgar 6 meses de prisión preventiva. ¡La mentira ya está institucionalizada!
El escritor alemán Hermann Hesse alguna vez se autodescribió así “… mi historia no es agradable, no es suave ni armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez, y a locura, y a ensueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos.” Lo suscribo, no quiero mentirme.
Es una tremenda alucinación responsabilizar a una película por la caótica salud mental que vive todo un país, donde el suicidio se toma como táctica para alcanzar la gloria populista, en donde la moralidad de los padres de la patria descansa en falsedades que engrosan sus currículos, donde obsesionarse con una mujer no es escándalo, sino que importa más el sentir lástima por el “soldado caído” que no entiende el NO de una dama.
¡Basta ya de hacernos los payasos y levantar el dedo acusador para salpicar con nuestra locura a otros! Practiquemos la cordura diciendo la verdad, por más dolorosa que fuera.