Los responsables de que eligiéramos a Castillo somos casi todos, pero señalemos a dos a manera de muestra:
1. Keiko Fujimori. Porque su insistencia en postular a la presidencia nos empuja a optar por cualquier candidato que se le oponga. Si compitiera el 2026 contra una piedra, obviamente, votaríamos por la piedra.
2. El otro responsable es Vladimir Cerrón. Porque su egolatría, su ambición personal por llegar al poder hizo que le abriera la puerta de Perú Libre a Castillo sabiendo de sus evidentes limitaciones. A Cerrón no le importó el país. Solo quería cualquier candidato que desplazara a Verónika Mendoza porque Juntos por el Perú lo había expectorado a él. Ahora, Cerrón, acaba de decir que no se arrepiente y que Castillo le pareció buen candidato. Claro, como candidato ganó las elecciones; pero como presidente no aprende. Cerrón tiene buen ojo para candidatos, que se dedique solo a eso.
Castillo no aprende y deja ir a los exministros Francke, Guillén, Cevallos. Sacar a Hernando Cevallos para poner a Hernán Condori en el Ministerio de Salud es para jalarlo con menos 10.
El problema es que Castillo no se define. Siendo presidente, Ollanta Humala respondía siempre “soy de abajo” cuando le preguntaban si era de izquierda o de derecha. Meses antes, en las elecciones, había usado a la izquierda y como presidente se había puesto la camiseta de la Confiep. Cuando a Castillo le hacen la misma pregunta que a Ollanta, el presidente de la República responde casi lo mismo.
Es un acierto nombrar a Aníbal Torres como premier. No tenía otra opción. Torres ha logrado una tregua con la banda del Congreso. Esto puede ayudar para que Castillo cumpla algunas promesas electorales.
Es una ingenuidad creer que los golpistas lo dejarán gobernar; pero es un deber de Castillo decir: estas son mis promesas electorales y trabajaré para cumplirlas.
César Hildebrandt dijo: “Este no es un gobierno de izquierda. No sé ni siquiera si es gobierno”.
La izquierda en el país se rinde pronto. Algunas jóvenes promesas llegaron al Congreso, ganaron algo de dinero y ya viven en otro mundo. Otros se van a un viaje eterno. Otros se parecen a los derechistas y viven del Estado hasta que haya elecciones para salir de sus cubiles. Ni siquiera quieren postular a la alcaldía de Lima. Ya mejorarán las cosas. Ya saldrán nuevos valores.
Mientras tanto, lo peor que se puede hacer es lamentarse y dejar que la derecha más bruta y achorada de América Latina siga ganando. Hildebrandt escribió: “Tiempos duros vivimos, lo que no quiere decir que debamos dejar de pelear por la justicia y por la cultura, que son las dos batallas que la corrupción y la zafiedad no ha ganado”.