Verónika, luchando contra todo tipo de adversidades, hizo un papel brillante en esta primera vuelta. Esto es innegable. Se ha convertido en la lideresa central del gran movimiento nacional que plantea un cambio profundo en democracia, que debe empezar con el cambio de la Constitución. Este movimiento fue traicionado por Toledo, por Humala; pero ahora está vital.
El pueblo ha decido que, en este tramo del proceso, el candidato sea el profesor Pedro Castillo. Eso se respeta. Seamos claros. Ya depende ahora de Castillo seguir la ruta del cambio o aumentar la lista de traidores. Veremos.
En esta ruta, Verónika debe cumplir el papel fundamental de ayudar a evitar que retorne al poder la mafia y la dictadura representada por Keiko Fujimori. Yo estoy seguro de que así será.
Ella ha dicho, en un video reciente: "Vamos a impulsar decididamente una Asamblea Constituyente popular, paritaria y plurinacional para tener una nueva Constitución que recoja todas nuestras voces". Esta es una gran señal. Keiko, después de las votaciones, adelantó que defenderá la Constitución y le lanzó una rosa a De Soto.
En el 2016, después de las elecciones, los seguidores de Verónika sintieron su ausencia, hacía falta su voz y su participación activa en momentos cruciales del país. No debe volver a pasar esto. Los silencios son buenos, pero si son tan prolongados pasan a llamarse olvidos.
Hay que decir también que, después de la traición de Humala, este movimiento, cuya mayoría eligió a Castillo como candidato, fue retomado por muchos luchadores y en ese grupo resaltó Verónika. Le dio brillo, valentía y esperanza.
Verónika no ha perdido. Ha ganado en diversas formas, que los historiadores del desarrollo de nuestro pueblo sabrán resaltar. Ha entusiasmado a mucha gente, principalmente, a jóvenes. Les ha devuelto la esperanza de que sí se puede y que es necesario un verdadero cambio. Su decencia y su valentía son aplaudibles.