Este artículo es de hace 1 año

Y el malestar crece

¿Somos un Estado que asume la defensa irrestricta de los derechos humanos? El caos político, la violencia incontrolada, la grieta profunda de la desigualdad social y cultural ya figura en la agenda de los organismos internacionales.

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Ni los analistas informados, menos los que comunican habitualmente sus “sesudas” reflexiones hipotetizaron que el bicentenario sería un desmentido a las cifras del desarrollo peruano, encaminado en el progreso, la educación de calidad, la igualdad social, la calidad de vida y el bienestar humano.

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Tomará su tiempo la autocrítica en regla, la puesta en cuestión de las cifras y la realidad monda y lironda. Los implacables hechos sociales que acaecen a diario impactan en la comunicación, en la política, en la administración pública, en los deportes y en fin en vida cotidiana son desmentidos a las cifras oficiales. Y el malestar crece.

¿Somos un Estado que asume la defensa irrestricta de los derechos humanos? El caos político, la violencia incontrolada, la grieta profunda de la desigualdad social y cultural ya figura en la agenda de los organismos internacionales. Mientras los poderes del Estado veladores del bien público están ahogados entre lo que es local y global. Cada cosa que ocurre en la provincia “más apartada” está en los ojos y el pensamiento del mundo gracias a internet antes que en los canales de este pequeño país.

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Los que nos gobiernan es como vivieran en un mundo aparte. La desigualdad profunda y la deprivación cultural juntas nos han llevado a no reconocernos y vivir alienados de los demás y hasta de nuestro entorno inmediato. Vivimos soñando con “La tolerancia” cuando en una sociedad democrática el ciudadano no pide que le “toleren” sino que le traten como a un “igual”.

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¿Los medios de comunicación y los políticos profesionales sabían que perseguir a Castillo desde antes que aprenda a sentarse en el sillón de palacio era el camino? La posición del expresidente es indefendible por donde se le mire. Se trata de preguntarles con toda parsimonia ¿algo falló en encontrarle fraude electoral, dolo probado y robos descarados que sobrepasen a los dolos de Fujimori?

No se trata de denostar por razones ideológicas, se trata de criticar sin concesiones exhibiendo lo que “todos” reclaman, la verdad. Basta mirar y leer algunos periódicos como El País, La Vanguardia y el diario conservado ABC para percatarse lo que significa recato. Es ridículo y “bobo” preguntar “¿por qué son hostiles con la prensa?” y es nefasto el asesinato silenciado de más de 55 personas.

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Ofende al sentido común cotidiano y sin duda a la inteligencia. ¿Sabemos qué calidad de prensa consumimos y quién ha realizado la medición? Desde el púlpito se escucha “la verdad os hará libres” y desde el hemiciclo “yo los represento”. Hay criterios y pautas generales para saber cuándo consumimos comunicación diaria de calidad.  Las verdades están en las “palabras” respaldadas por los hechos. Ergo, incrementar la calidad de la información es decir la verdad, es imperativo.

¿Y el sistema de justicia? Convendría que alguien contestara las grandes y dramáticas preguntas que el ruido de la calle simplemente quema las orejas y no dan paz a la razón. Hay casos tan emblemáticos que duermen y repiquetean las neuronas.

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La justificación obvia y recurrente de la carga procesal y de la falta de recurso es añeja. La falta de sanción a los poderosos procesados e inculpados duermen tanto que pareciera que ha actuado más bien como amortiguador que de tanto denunciarlos están pasmados. La noticia del caso Odebrecht y sus vericuetos causó shock, Keiko Fujimori cada vez más contenta acostumbrada al fracaso está en campaña para después gritar “fraude”, el señor “Cosito” está contento con el “salvavidas”, a Toledo que no se sabe cuándo lo traerán, los Cuellos Blancos con anuncios, etc. Lo evidente es que no hay pruebas concretas de que la justicia avanza real e inequívocamente. Llegará la jubilación de una vida próspera, eso sí.

La educación a tenor de los propios expertos ha estado orientada por estadísticas de dudosa calidad. Cifras “maquilladas” le dicen. Las competencias tantas veces pontificadas se reflejan en la conducta de los “padres de la patria”: vivo ejemplo de desorden cognitivo y moral. Mientras que las escuelas licitadas hace tantos años están inconclusas y sin control de parte de quienes deben ejercer esta tarea. Y las licitaciones y las comisiones son tantas que han cansado a los contralores.

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Bla, bla, bla. Las palabras dominan. Es urgente más que antes leer, estudiar y revisar las diferencias entre las palabras, los conceptos y los hechos. Confundirlos ha llevado al desorden total. Urge el manejo apropiado de los conceptos muy frecuentes como política, legitimidad, poder, partido, derecha, izquierda, violencia, aprendizaje, información, dato, teoría, norma, delito, salud. No se trata de un menú sino de llamar la atención de los políticos, funcionarios y comunicadores. No. Se trata de la gestión, del control y del gobierno. Quien no conoce la realidad que le toca gestionar, gobernar o controlar no solo pecará de ineficiencia sino de algo peor, de crear caos y desgobierno.

No se trata del simple vocabulario de diccionario sino de su semántica, de su correlato para entender la realidad profunda y modificarla no solo para conservarla sino de usarla con racionalidad. Todos los días se contaminan los ríos que en cinco años todo será irreversible, las finanzas mal manejadas por dolo e ignorancia serán irreparables.

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Las universidades públicas y la cultura superior maltratada deben repararse sin demora. Es impostergable recobrar el buen trato y respeto que se ha ido minimizando y perdiendo debido a cerebros retardatarios.

Cuando se invade con armas los dormitorios universitarios y se humilla a los jóvenes, se lastima la vida más prístina y genuina que toda sociedad humana preserva y ama. Hay abundantes indicadores que prueban este aserto. La educación de calidad es la más valiosa inversión de un país y uno de los más eficaces motores para salir del subdesarrollo. Entonces ningún gobierno por más carencia de recurso que padece debe dejar de asignarle la máxima prioridad.

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La pregunta que hoy retumba en el país es la renuncia de Dina Boluarte, una propuesta a estas alturas, pese al premier Otárola, debe estar en evaluación porque es una posibilidad real. Aunque hay sectores que también están pensando que se vaya Otárola. Como se ven las cosas en el momento y teniendo en cuenta los antecedentes no se vislumbra otra salida al desorden.

La esperanza está en una campaña ciudadana decisiva, comprometida y cívica como único camino de salida a una crisis que los insensatos enturbiarán con espejismos. Es un riesgo que con el que debe lidiarse. La atomización de los partidos, los negocios turbios en las médulas de sus integrantes, la falta de formación política es un peligro que los ciudadanos temen sin duda. El Congreso no tiene remedio.

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Esta es una columna
El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
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Lucas Lavado Colaborador de EL PERFIL
Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.
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