Se ve un poco más claro el panorama con miras al 11 de abril. La mayoría de los ciudadanos están convencidos de que el país necesita un cambio profundo, real, por una democracia genuina.
La gente no quiere ya una democracia como la que administra Sagasti, como que la mantuvo Vizcarra y sus impresentables sucesores, casi todos con un pie en la carceleta.
Este cambio el profundo pasa por el cambio de la Constitución, que fue hecha en 1993 a la medida del ladrón y asesino Alberto Fujimori.
Los hambrientos de poder ya se dieron cuenta de que la gente quiere cambios y por esto sale el antiguo keikoalanista Daniel Salaverry a decir que Somos Perú planteará la elaboración de una nueva Constitución; sale el traidor Humala a exclamar que quiere nueva Constitución cuando no la cambió cuando estaba en el poder; sale Marco Arana a prometer cambios profundos; incluso el profesor Pedro Castillo insiste en decir que si lo eligen tendremos una nueva Carta Magna.
Siguiendo los pasos de Verónika Mendoza, Julio Guzmán quiere también que haya un referéndum para que la gente decida si quiere nueva Constitución. Saldrán otros y otros más mientras Forzay se seguirá hundiendo. Forzay no es que carezca de ideas, lo que pasa es que sus ideas están hasta el perno.
El cambio de la Constitución que escarapelaba el cuerpo de Alberto de Belaunde y sus iguales, que ponía en guardia a los fujimoristas, es ahora casi un tema de consenso. Sí es así, no estamos tan mal. Ya podemos decirle a Sagasti que se suba al coche y disponga que este 11 de abril haya una segunda urna como pide Verónika, y que, mediante un referéndum, la gente decida si quiere o no que se cambie la Constitución.
El problema es que casi todos los políticos mencionados hablan porque quieren votos. Son mercaderes de uñas largas. Postulan porque quieren escapar de los fiscales, porque quieren ver su foto en la cédula, porque tienen un ego tan grande que aplasta su talento.
Keiko Fujimori es la única que no dirá que quiere cambiar la Constitución o quién sabe. Digamos que se mantenga firme. Entonces tendrán ahí un capital político; reducido, pero un capital, que el misterioso Hernando de Soto ya quisiera tener. De Soto es un fantoche, un pobre hombre que ni siquiera sabe manejar las cuentas de su casa. Alguien que quiere ser Keiko sin el apellido Fujimori.
Sagasti ha dicho que el cambio de la Constitución no está en agenda. De acuerdo, nadie le pide a él que cambie la Constitución si no puede ni siquiera explicar con claridad las medidas ciudadanas contra el avance del virus. Lo que sí debe hacer el presidente es convocar a un referéndum por el cambio de la Constitución. Sería su mejor obra. Tiene tiempo todavía.