Leer un libro, ver películas, mirar un documental, cocinar o aprender a hacerlo, limpiar la casa, remodelar la habitación, escuchar música, aprender un idioma diferente, escribir una historia, aprender a tocar un instrumento, hacer ejercicios… y se nos acabaron las ideas.
El aislamiento social obligatorio ordenado por el presidente Martin Vizcarra desde hace menos de un mes, acatado por muchos y obviado por otros, ha puesto en situación de riesgo nuestra salud mental, irónicamente para cuidar de la salud física, pues el coronavirus sigue arrasando con alrededor de 5 897 infectados y con al menos 138 peruanos fallecidos.
Hemos encontrado en el arte nuestro mejor consuelo para sobrellevar estos tiempos difíciles y estresantes, y recurrido a la creatividad para no hacer tedioso el aislamiento.
Bebés, niños, jóvenes, adultos y ancianos, todos con el mismo objetivo: no perder la cordura y mantener la calma ante una tensa situación de la que posiblemente nos tome mucho tiempo salir.
Para muchas personas, esta pandemia ha sido un motivo para revalorar la familia, compartir tiempo con los suyos y volver a sentir la unión de un hogar.
Otras han hallado un alivio ante el estrés del trabajo y la vida rutinaria al borde de volverse aburrida e infeliz. Existen también quienes buscan alternativas para aprovechar el tiempo y hacerlo productivo, aprendiendo nuevas cosas. Los que han tenido que renunciar a su libertinaje obligatoriamente y convertirlo en libertad. Y finalmente, pocos quienes disfrutan del curso de la naturaleza, sin personas que la perturben.
Sin embargo, no todos hacen lo que se les dice. Eso se ha visto reflejado en los cientos de detenidos por la policía y Fuerzas Armadas. La irresponsabilidad e inconsciencia de algunos peruanos está favoreciendo al coronavirus y haciéndole ganar territorio en nuestro país, al punto de querer conquistarlo. Y creo que, después de 1821, no pretendemos ser colonia de alguien más.
Asimismo, los trabajadores independientes y pequeños emprendedores se ven afectados por la expansión de la COVID-19, y en Perú, el que tiene dinero puede comer y el que no, pues ya sabemos las consecuencias.
Las grandes empresas no están perdiendo dinero, están dejando de ganarlo y eso probablemente, los enloquece aún más, los lleva a pensar en decisiones egoístas y ambiciosas.
La empatía solo se ha manifestado en las calles mediante aplausos y reconocimientos a las fuerzas del orden público, profesionales de la salud, héroes de la limpieza y la bodega de la esquina que nos provee lo fundamental.
El confinamiento impuesto por el gobierno peruano para hacer frente a la propagación del coronavirus no ha resultado fácil para muchos. Las personas diagnosticadas con problemas de salud mental son las más vulnerables frente a esta situación.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) existen alrededor de 300 millones de personas con depresión en el mundo, 21 millones con esquizofrenia. Hay, también según OMS, 800 mil suicidios al año, equivalente a una muerte cada 40 segundos, y uno de cada 160 niños padecen del Trastorno del Espectro Autista.
La inexistencia de una rutina, la desesperanza, la preocupación, el aburrimiento que trae consigo pensamientos negativos pueden causar un gran desgaste emocional en la persona diagnosticada y llevarla a una recaída. Por ello, el tratamiento farmacológico debe continuar y la familia debe cumplir un rol sumamente importante de apoyo y soporte para ellos. Tal es el caso del ministro alemán Thomas Schaefer que se suicidó lazándose en las vías de un tren debido a la extrema preocupación por el impacto de la COVID-19 en la economía de su país.
Lo cierto es que no estamos ni estuvimos preparados para esta situación. Y, de hecho, nunca lo vamos a estar si no aprendemos a pensar en el prójimo. Desde la cadena corrupta que venimos arrastrando como país hasta no ser altruistas con las personas autistas, depresivas, ansiosas y esquizofrénicas entre otras, quienes quizá ya intentaron todas las actividades mencionadas al principio de este artículo, pero no fue suficiente y siguen luchando, lucha que cansa y que los hace descansar en cama y tranquilizar la mente.