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Este artículo es de hace 3 años

Canción y vuelo de Santosa: Imágenes familiares

“Canción y vuelo de Santosa” (Alastor Editores) reúne poemas que versan sobre la mujer migrante, la cultura andina, el feminismo en el Perú, la muerte, entre otros temas. Aquí, reseñamos el primer poemario de Gloria Alvitres.
Stefanno Placencia

Los migrantes han poblado Lima de recuerdos, tragedias, mitos, costumbres, credos, ritos, provenientes de otros rincones del país. A menudo estas historias saltan de boca en boca para que se impongan ante el olvido. Así, generaciones tras generaciones asumen la tarea de hurgar en la memoria familiar para comprender las vivencias de los suyos en esas tierras lejanas, abrazar sus orígenes, familiarizarse con ellos sin avergonzarse y buscar algunas coincidencias entre el pasado y el presente.

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La poesía peruana está familiarizada con el discurso poético que se enuncia a través de las evocaciones, los recuerdos, las sacadas de vueltas al ahora, el ejercicio de la memoria colectiva. “Canción y vuelo de Santosa” (Alastor Editores), el primer poemario de Gloria Alvitres, encaja en esta categoría, pero con marcadas distinciones. Una de ellas es la presencia de la mujer. De hecho, desde la titulación, la autora advierte sobre este personaje femenino llamado Santosa que aparecerá en muchos de sus poemas.

En un poema se aprecia a Santosa Munive, de Junín, charlar con Simone de Beauvoir aunque “nunca se podrán entender / porque el quecha acumula sentimientos / y no busca le mot juste como el francés”. Sin embargo, esa barrera lingüística no impide que ellas “se entienden en silencio”. Alvitres no pretende esbozar algún antagonismo en estos personajes. Al contrario, exhibe la peculiaridad que las caracteriza: “A pesar de todas sus proezas, / Simone no sabe tararear los huaynos, / pero escribe para las mariposas / enumera sus colores y las convierte en antorchas. / Santosa no sabe escribir con caligrafía castellana / solo puede descifrar los sueños, / y cura los dolores enterrados en el pecho. / Habitando esta vida, no saben ser eternas” (p. 64).

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La migración del campo a la ciudad que aborda Alvitres se evidencia en los epígrafes que reinan en sus poemas. Citas que les pertenecen a artistas de la cultura popular como el Picaflor de los Andes, Rossy War y Lucho Barrios. Estas referencias a la vida rural también se pueden encontrar en las ilustraciones de Lucero Huamani que visten el poemario y echan más luces sobre el eje que sostiene casi todos los poemas: la mujer andina como un sujeto que posee una voz vigorosa, una personalidad auténtica que siente, transmite y también cuestiona. Todo ello se refleja en “Monólogo de Santosa”: “Todos son unos cojudos, pienso, niñacha. Todos quieren el mejor plato, el mejor nombre, quieren leer libros grandes, huecos. Pero no saben, no cocinan, no matan un cuy, no crían pollos, no arrullan las wawas” (p. 77).

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Tiempos modernos requieren un lenguaje nuevo y fresco que no tema abordar temas que no son recurrentes en la producción poética peruana (el padre ausente, el feminismo popular, los cantos populares, etc.). Con “Canción y vuelo de Santosa”, que tiene más de 70 carillas, Gloria Alvitres ha poetizado el viaje a las raíces de los pueblos jóvenes, la tradición andina, la importancia de la mujer en la construcción de la memoria familiar y colectiva en un país donde abuela, madre e hija, a lo largo de la historia, han estado en el plan de Santosa: “¿De algo te sirve lo que te cuento? Cuéntales, entonces, tú diles, a mí me da vergüenza” (p. 78).

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Stefanno Placencia Colaborador de EL PERFIL
Redactor de cultura en EL PERFIL.