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El llamado de Santiago

Al viajar a Pauza, la tierra del gran charanguista Jaime Guardia, Rodrigo Silva Santiani descubrió la devoción al patrón del pueblo, Santiago Apóstol, e hizo la promesa inesperada de regresar el próximo año para honrarlo nuevamente.
Maria Ximena Zuzunaga Guardia
Por
Maria Ximena Zuzunaga Guardia
Periodista interesada en temas vinculados al arte, la cultura y los derechos humanos.
Pauza, Páucar del Sara Sara, Ayacucho

Rodrigo Silva Santiani llegó al pueblo paucarsarasarino de Pauza, a las 7 de la mañana del lunes 15 de julio, y al bajar del ómnibus, sintió un potente sol que se mezclaba con la frescura del viento que corría por las calles.

Rodrigo Silva Santiani recorrió la avenida Adiós para siempre hasta llegar al jirón Comercio para luego voltear a la calle Cáceres en el barrio Huánuco, desde donde se puede ver la carretera donde los carros llegan o se van de Pauza. El sol cada vez se hacía más intenso y yo le dije que después de dejar las maletas en mi casa, le invitaría un rico jaiwicha, el helado paucino, para hacerle frente al calor, calor que empezó a disfrutar luego de un largo viaje de 17 horas desde Lima la gris, cuya humedad te congela hasta los huesos.

La primera vez que Rodrigo Silva Santiani me escuchó hablar de Pauza, la capital cervantina de América, fue en octubre del 2015 en la secundaria del colegio Trilce de Chorrillos. Yo no había nacido allá, aunque me hubiera encantado, pero mi papito, el charanguista Jaime Guardia, sí y me llevaba a su pueblo todas las vacaciones. 

Para Rodrigo Silva Santiani, Pauza era, en el 2015, solo un pueblo que su mejor amiga amaba. Pero pasaron los años y empezamos una relación el último año de colegio y tras 5 años juntos ya era el momento de viajar, y qué mejor destino que Pauza. Él sabía que el viaje era largo, pues pasamos por Ica y Arequipa antes de entrar a Ayacucho, pero lo que le animaba era que no era tan largo como cuando yo viajaba de niña, hasta 26 horas de viaje, algo que sin duda él no hubiera soportado por lo inquieto que es. 

Mientras terminaba de cambiarse su ropa de viaje, le avisé que primero iríamos a buscar a mi tío Nimer, hermano de mi papito, ya que teníamos un encargo para él: goma zapote, una resina de un árbol para reparar sombreros. Lo buscamos por el barrio HurinHuayllas y lo encontramos justo en la puerta de una casa de adobe de dos pisos, de la que él era guardián hace 40 años, pues los dueños viven en España. Paqpaquito, su apodo en Pauzapor silbar igual que el ave, era un señor de más de 80 años pero con más vitalidad que un joven de 20, ya que se movía con rapidez entre el huerto y buscaba entre los árboles alguna fruta ya madura para invitarnos. 

Cuando Rodrigo Silva Santiani le entregó los dos kilos de goma, él se puso feliz porque solo le quedaba un tronquito para derretir, ahora podía seguir trabajando hasta los carnavales, y es que resulta que de pequeño inició con el oficio de sombrerero y la resina sirve para repararlos. Sin embargo, llegó un momento en que Rodrigo Silva Santiani estaba ensimismado en sus pensamientos hasta que mi tío me preguntó: “Él es el joven de quien me hablaste cuando estuve en Lima”, a lo que respondí, un poco colorada: “Si tío, es él”. 

Rodrigo Silva Santiani no sabía qué decir en esos momentos, estaba nervioso, no quería fregarla, mi papito había fallecido hace unos años, por lo que la aprobación de mi tío abuelo era importante ahora; su cabeza daba vueltas hasta que Nimer dijo: “Gustos son gustos”. Volteé y lo miré sonriendo, todo iba bien. 

Durante la procesión, trasladaron la sagrada imagen de la casa del Tiachiccoc, persona o familia que da posada por el mes de julio a Santiago en su hogar, a la iglesia (Foto: María Ximena Zuzunaga Guardia)
Durante la procesión, trasladaron la sagrada imagen de la casa del Tiachiccoc, persona o familia que da posada por el mes de julio a Santiago en su hogar, a la iglesia (Foto: María Ximena Zuzunaga Guardia)

La villa de Pauza está creciendo, dejando atrás aquellos años de soledad y silencio para dar paso al calor de los paisanos que retornan su tierra luego de buscar un futuro mejor en otros lares. Tiene ahora más casas de material noble, hoteles, heladería, mercados municipales hasta un auditorio en la esquina de la plaza denominado Casa de la Cultura, inaugurado en el 2015. Es un pueblo que está bajo la protección del Apu Sara Sara, con gente animosa y hospitalaria cuya unidad se demuestra en dos épocas del año: Febrero-marzo por los carnavales y en julio por las fiestas patronales en honor a Santiago Apóstol, siendo esta festividad lo que nos trajo a Pauza. 

Pauza está ubicado al sur de Ayacucho, al límite con Arequipa puesto que solo los divide una cadena de montañas. Su nombre es curioso, Rodrigo Silva Santiani me pregunta por qué Pauza y le conté lo que mi papito me contaba de niña: “Cuando los españoles llegaron al Perú, recorrían el territorio en busca de la ciudad de oro, el Cusco. Siguiendo la ruta del Qhapaq Ñan, llegaron a una villa a las faldas de un nevado, cuyo clima era cálido en el día y frío en la noche, la tierra era fértil y tenían un río cerca, era el lugar ideal para hacer una “pausa” para retomar fuerzas y seguir con su camino. Si bien unos continuaron el recorrido, otros se asentaron en Pauza, y en ese proceso trajeron de España a Santiago Apóstol, santo que les había ayudado a reconquistar sus tierras venciendo a los moros y que ahora les ayudaría a conquistar el Ande”.

Rodrigo Silva Santiani estaba sorprendido de mi fe hacia el viejo Santiago, cómo lo llaman los paucinos, y es que en Lima casi no voy a misa, no comulgo y no he hecho la confirmación. Pero le expliqué que toda mi vida me inculcaron la fe en Santiago y que él es milagroso si se pide con el corazón, pero también es castigador si se incumple una promesa, no por nada el sacerdote, durante la misa, mencionó que Santiago era el apóstol “fosforito” de Jesús. 

Rodrigo Silva Santiani, si bien es católico, nunca había asistido a alguna festividad en honor a un santo, todo era nuevo pero estaba feliz de acompañarme a la tierra de mi infancia. Además, le gustaba la idea de conocer una nueva cultura, como todo un pueblo demuestra su fe a través de distintas costumbres y tradiciones. Se  involucró tanto como yo lo había pensado, pues Santiago tiene ese poder, atraer nuevos devotos. Es sabido además en la zona que quién pisa Pauza siempre regresa.

Pasaron los días, era 22 de julio, la víspera de Chamiza y Rodrigo Silva Santiani veía cómo yo investigaba acerca de la fiesta de Santiago, íbamos a cada misa para luego seguir a la banda con los cargontes hasta su domicilio, donde atendían al pueblo ofreciendo ponche de maní con pastel de queso y para el frío un quemadito, licor hecho a base de hierbas medicinales, naranja y cañazo. 

Durante la procesión, trasladaron la sagrada imagen de la casa del Tiachiccoc, persona o familia que da posada por el mes de julio a Santiago en su hogar, a la iglesia. Rodrigo Silva Santiani observaba cómo los hombres se ofrecían para cargar el anda, él no se sentía listo para hacerlo, acababa de llegar, recién conocía al santo, ¿cómo iba a cargarlo? Pero llegó un momento que ya los cargadores estaban cansados, buscaban voluntarios y lo miré, él levantó la mirada hacia el apóstol y se ofreció. Fueron un par de cuadras pero le dolió el hombro, y eso que sabía que el anda era chica, pues hay otra que solo sale el día central, la cual cargan casi 30 personas, en ese momento no habían más de 20 con él. Acabó el tramo y le pregunté: ¿Qué sentiste? Él no sabía qué responder, se sentía extraño, y solo dijo: “Me duele el hombro”. Lo miré media desilusionada, pues no era lo que quería escuchar pero tampoco no quería presionarlo, pero dentro de mí sabía que le había gustado, durante la procesión lo había mirado fijamente y sabía que el patrón ya había entrado en él, era un caballero de Santiago más. 

Al día siguiente, nos dirigimos hasta Chaccquihuayco para celebrar la Chamiza, es un lugar descampado que se encuentra a la salida de Pauza camino a Marcabamba, y ahí se reúne todo el pueblo para bailar al ritmo de la banda típica y la orquesta. El alférez de Chamiza se encarga de dar de comer a la gente, para ello preparan el Albachupe, pero también invitan cancha con queso, cerveza y quemadito. Rodrigo Silva Santiani se quedó observando los caballos de paso y los burritos que iban llegando. Le expliqué que ellos encabezan el recorrido para el retorno al pueblo, siendo estos últimos los que cargan el qesqe, una planta propia de Pauza que será quemada en la plaza al anochecer. Luego de dos horas de recorrido, pudo ser menos pero también la población va bailando dando tres pasos hacia delante y dos hacia atrás, es divertido pero cansado. Llegamos a la plaza, los caballos hicieron un número de marinera, las personas hacían grupos para bailar pero otros se iban a la Casa de la Cultura, ya estaba por iniciar el concurso de canto “Sumaq Taki”, este año homenajeaban al violinista Máximo Barraza Morán, natural de Huancara, otro pueblito ubicado en Páucar del Sara Sara. 

Rodrigo Silva Santiani en la procesión de Santiago Apóstol, en Pauza (Foto: María Ximena Zuzunaga Guardia)
Rodrigo Silva Santiani en la procesión de Santiago Apóstol, en Pauza (Foto: María Ximena Zuzunaga Guardia)

Rodrigo Silva Santiani ya estaba cansado pero le dije para ir porque iba a participar mi sobrina Sofía, pero me sorprendió que participara con un yaraví de mi papito. 

Mi enamorado volteó disimuladamente durante la participación de Sofi, yo estaba con lágrimas en los ojos, no solo porque ella cantaba muy bonito, sino que escuchar cómo siguen enseñando las canciones mi papito, me llenó de orgullo. Él sabía que si bien yo no había nacido en Pauza, era una paucina más.

Un día después, en la víspera del día central, la mañana estaba libre, había campeonato de fútbol entre la selección de Pauza y distritos visitantes. Aunque a Rodrigo Silva Santiani le daba curiosidad, a mí no me gusta el fútbol. Sin embargo, fuimos porque no había nada que hacer, pero en la noche debíamos estar listos para la misa. Y así fue, pero al terminar, todos se reúnen en el frontis de la iglesia para observar la quema del castillo, algo que él nunca había presenciado y le fascinó. Los diseños que se iban prendiendo, la música de la banda de fondo, pero lo mejor fue cuando la silueta del patrón apareció iluminada en medio del castillo. Todo iba bien hasta que prendieron el toro loco, yo le había dicho que alguien se pone debajo del toro y corre entre la gente, por lo que tienes que cuidarte de las chispas, pero creíamos que el toro no llegaría a nosotros porque estábamos arriba, error. El toro subió la rampa y él tuvo que agacharse y jalarme hacia abajo para evitar que nos quemen, toda la gente gritaba y se reía a la vez, solo había que tener cuidado. 

Rodrigo Silva Santiani ya estaba cansado pero era consciente que no iba a dormir ese día. Luego de los fuegos artificiales, se inició la procesión desde la iglesia hasta la capilla del apóstol, dónde la sagrada imagen debía llegar exactamente a la medianoche. Hacía frío, cada vez la temperatura disminuye más ¡Alalao alférez! se escuchaba decir a la gente, y es que cada que alguien decía eso, se acercaba el cargonte para invitarle un shot de quemadito para calentar el cuerpo. Cuando llegaron a la capilla, los esperaba otro castillo, otro toro loco, y un señor trepado en el campanario hacía sonar la campana anunciando la medianoche, ya era 25 de julio. La banda procedió a tocar su serenata, la marcha del Apóstol Santiago, una melodía única de la que no se tienen registros de su composición ni de qué año data, pero eso no quita lo bella que es.

Era la una de la mañana, Rodrigo Silva Santiani por fin iba a dormir pero no por mucho tiempo, puse la alarma a las 4:50 de la mañana para ir a la invención, ya se escuchaban los cohetes que despiertan a la población avisando que el santo está saliendo de su capilla. Rodrigo Silva Santiani estaba congelado, buscaba sus guantes, su gorro y su chalina para salir de la casa. Al llegar a la esquina, observó cómo Santiago recién había cruzado una cuadra desde su capilla, pero los que lo cargaban estaban pasados de copas, se habían quedado luego de la procesión bebiendo y bailando al ritmo de la banda típica. Eso no le pareció correcto, pero entendía que a esa hora eran ellos los únicos despiertos dispuestos a cargar al patrón. En ese momento lo miré con ese detalle de la vez pasada que lo convencí para cargar, pero esta vez era el anda grande, no se sentía listo y desvió la mirada. Le había gustado la sensación de cargar a Santiago pero no se atrevía a hacerlo de nuevo. Horas más tarde, luego de la misa, le indiqué que habría una nueva procesión a las 5 de la tarde y que tenía que grabar y tomar fotos, por lo que él llevaría la vela. Durante el recorrido, nos encontramos con mi tía Techi, quien nos comentó que mi tío estaba cargando a Santiago, en eso su celular sonó, era Javier, mi tío, que le pedía agua. Mi tía le pidió a Rodrigo Silva Santiani que vaya a comprarle una bebida y se la llevara, estaba en la parte de atrás del anda. Pasaron los minutos y él no volvía, pensé que se había perdido entre tanta gente, pero antes de buscarlo le escribí para decirle que cargue al patrón, aprovechando que estaban detenidos buscando reemplazo, a lo que Rodrigo respondió: “Ya lo estoy cargando”. No lo podía creer, estaba feliz y fui corriendo a buscarlo. Ahí estaba él, al lado de mi tío, con su hábito granate.

Santiago Apóstol de Pauza (Foto: María Ximena Zuzunaga Guardia)
Santiago Apóstol de Pauza (Foto: María Ximena Zuzunaga Guardia)

Rodrigo Silva Santiani se sentía feliz, no solo porque era algo que yo quería, sino que aceptó que había algo en Santiago que te hacía sentir aliviado, en paz, como que todo irá bien, y se sentía bonito. A pesar del cansancio, lo cargó casi el 70 % del recorrido, lo subió hasta la iglesia y cuando se quitó el hábito, miró a la sagrada imagen e hizo una promesa: “Volveré el próximo año para cargarte de nuevo”.

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