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Jaime Guardia Neyra: El charanguista que transmitía sentimiento

Hoy, 10 de febrero, es una fecha especial. En 1933 nació un maestro, un músico extraordinario, el charanguista ayacuchano Jaime Guardia Neyra.
Maria Ximena Zuzunaga Guardia

Hoy, 10 de febrero, es una fecha especial. En 1933 nació un maestro, un músico extraordinario, el charanguista ayacuchano Jaime Guardia Neyra.

Jaime Guardia Neyra fue intérprete, compositor, recopilador, investigador, pero sobre, todo mi papito. A pesar de la experiencia en los escenarios, siempre sentía nervios antes de una presentación, pero un shot de anisado lo solucionaba todo: "para afinar la garganta", decía.

Sentimiento, eso transmitía en cada canción. En ocasiones se olvidaba la letra, pero al instante creaba una nueva que retrataba tan bien el mensaje original que era imperceptible para la audiencia. Claro, para alguien que lleva escuchando la canción toda su vida, era solo "una más de don Jaime".

Y así podría contar más anécdotas de él como músico, pero hoy me interesa recordarlo en su mejor faceta: como mi papito. De los siete nietos, solo yo tuve la dicha de crecer a su lado, además soy hija única. 

Recuerdos, digamos que estos se dividen principalmente en dos escenarios: Pauza, su pueblo natal, y los teatros, en especial la Derrama Magisterial. 

En Pauza pasé los mejores momentos de mi vida, a pesar de lo exhausto del viaje, más de 20 horas en bus, con tal solo ver desde lo alto de la carretera una pequeña villa en medio de montañas, era llegar a un paraíso. 

Cada verano ese era el punto de vacaciones, ya que coincidían los carnavales con su cumpleaños. En las mañanas recorrer las calles aún sin asfaltar, con la lluvia y el olor a tierra mojada pero siempre acompañados por un heladito paucino o jaiwicha. 

Por las tardes su respectiva siesta reparadora, que nos permitía ir en las noches a los ensayos para carnavales. Cada año le pedían ayuda a mi papito para crear nuevas letras, se organizaban sobre cómo debía ser el vestuario, el color distintivo y el zapateo debía salir prolijo. Pero siempre cada ensayo tenía el mismo final, una jarana interminable, como si al día siguiente no hubiera que trabajar, y es que la frase siempre fue: "La noche es joven". 

Es así que entre jaranas aprendí lo lindo de la música y el baile. Empezaban con huaynos alegres,pero mientras más adentrada la noche, estos se volvían cada vez más tristes. 

Llegaba la hora de los yaravíes, no ha habido voz más dulce para un yaraví que la de mi papito. Lágrimas corriendo por el rostro de los demás, recordando su juventud, a sus parientes fallecidos, a sus familiares en el extranjero. 

La música debe saber apreciarse, la letra evoca algo distinto para cada uno, la melodía nos transporta a un lugar en nuestra alma que en ocasiones deseamos ignorar. Solo un maestro puede hacerte revolver todas esas emociones y sentimientos, ese era Jaime Guardia, mi papito.

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El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
Periodista interesada en temas vinculados al arte, la cultura y los derechos humanos.