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Este artículo es de hace 2 años

El sanmarquino Alberto Escobar

¿Cómo era este profesor sanmarquino excepcional e inimitable? Nunca dejó de lado sus preocupaciones por el destino del Perú y lo hizo desde el campo donde brilló académicamente.
Lucas Lavado
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Lucas Lavado
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Colaborador de EL PERFIL
Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.

El profesor Manuel Alberto Escobar Sambrano (1929-2000) es un filólogo y notable lingüista peruano, poeta y crítico literario cuyos aportes y magisterio ocupan un espacio en la cultura. Enseñó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, decana de América, donde ingresó, se formó y ejerció su tarea docente con ejemplaridad. 

Se especializó en filología románica en la Universidad de Florencia para luego continuar en la Universidad de Madrid y concluir en la de Universidad de Múnich, donde obtuvo el doctorado en 1958. Falleció en Framingham, estado de Massachusetts, Estados Unidos, donde radicaba desde 1990. 

Fundó el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) junto con otros profesionales que aportaron lo mejor de sus esfuerzos en pensar y conducir al Perú por la vía del desarrollo científico y político modernos. José Matos Mar, Augusto Salazar Bondy, Jorge Bravo Bresani y Julio Cotler concibieron una organización cuya evaluación de su legado espera una oportunidad mejor. Propusieron una panoplia de enfoques y una visión para seguir reflexionando sobre el Perú. Pero el país que ellos amaron y soñaron está corroído por la delincuencia, la mediocridad estancada y la pérdida creciente de viabilidad empujados por los que olvidan aquel legado, parapetados en recursos del Estado. Un país como dijo Salazar Bondy transido entre “Escila y Caribdis”. 

Concluido sus exitosos estudios, volvió al Perú en 1958 después de aprobar la tesis en Múnich sobre Serpiente de oro de Ciro Alegría que la concibió y escribió guiado por su inquebrantable vocación peruanista. Pertrechado de las herramientas teóricas actualizadas como el estructuralismo, acicateado por su cultivado rigor filológico que después de medio siglo siguen vigentes, fecundos y creativos, nunca dejó de lado sus preocupaciones por el destino del Perú y lo hizo desde el campo donde brilló académicamente. 

Hay muchos profesores modélicos y eminentes sin duda. Pero Escobar era excepcional por razones que escapan a moldes establecidos acerca de cuál es perfil de un profesor universitario competente. ¿Cómo era este profesor sanmarquino excepcional e inimitable? Muchos alumnos ajenos a la especialidad de Lingüística y Literatura nos matriculamos en su famosa cátedra sobre Lectura y comentario de textos por pura curiosidad y por el placer de escucharle, disfrutar e intentar aprender de sus enseñanzas que eran muchas para cualquier universitario interesado en inmiscuirse con las disciplinas de sus maestros. Por una razón que aún es difícil adivinar antes de escuchar a sus alumnos el porqué de su atractivo docente, era inocultable para quienes lo escuchaban una vez y luego quedaban prendados de sus mensajes y elegancia expresiva. Un fenómeno docente que no solo aquí han atizado épocas. Es difícil desentrañar las preguntas que provocan estos maestros, tanto que investigadores como Ken Bain (Lo que hacen los profesores universitarios, 2007) le dio vueltas durante cinco lustros a las preguntas sobre los profesores animadores más creativos para arrojar algunas luces que lleven a despejar y mostrar los secretos que esconden. 

Después de su ingreso al aula. Surgía una atención de concierto implícita y silenciosa para concluir en el intento y ensayo de preguntas. Empedernido fumador aspiraba una pitada profunda seguida de una mirada a toda el aula y … comenzaba su sinfonía. Como que si cada palabra elegida era exprofeso para comunicar e instalar en los cerebros los conceptos seleccionados y elaborar los mensajes pensados y meditados con una pulcritud exquisitamente dicha, paso a paso hasta construir el cuadro de la enseñanza-aprendizaje que debería quedar como un hito en el largo camino.  

Cada énfasis, cada pausa, cada idea elegida y medida debería estallar en los cerebros empujados por la curiosidad y el placer de escuchar los mensajes expresados justo para disolver el cansancio. Como si el tiempo se hubiera detenido. Sin sospechar que estábamos frente a un manojo de los apuntes organizados para su libro vigente La partida inconclusa (1970). Luego se editó este memorable trabajo donde se dan el encuentro de su teoría como camino que va desde la reflexión, sus enseñanzas y sus textos provocando el pensamiento y el debate. Muestra de un maestro actualizado, crítico, dialogante, polémico, siempre resiliente. 

Lejos de la espectacularidad. Su compromiso con los maestros peruanos ocupa un espacio difícil de llenar puesto que abordó con esmero sus carencias en el campo específico del idioma y del leguaje. Trazó el esbozo del currículo de la Educación Básica Regular señalando la necesidad de suprimir las principales trabas de expresión lingüística tan comentadas hasta con desdén por ciertos “eruditos”. No dejó de insistir en el deslinde entre lengua y escritura objeto de muchas dificultades, al mismo tiempo afinando sin descuido la comunicación. Pensaba en los maestros capaces de producir lenguaje y de “recrearlo, escucharlo, entenderlo y compartirlo” sin disimular su crítica a la hegemonía del “criollo” y del hispano predominante.

Su preocupación permanente era “expresarse con sencillez, coherencia y precisión”: una vocación convertida en práctica que lo diferenciaba de los profesores habituales. Enfatizaba que la lengua como fenómeno oral, es decir, el sistema de sonidos y significados compartidos por una comunidad lingüística, se diferencia la convención para transcribir la lengua puesto que es anterior a la escritura. El artefacto llamado alfabeto que no es sino una modalidad de graficar la lengua y que tanto trabajo cuesta en la escuela.

Le preocupaba el maestro debido a que es el cetro en la tarea de la formación de hombres capaces de ser productores de lenguaje, sobre todo, capaces de recrearlo, escucharlo, entenderlo y hacerlo en una comunidad compartida. De allí que el rol del maestro más que el papel de simple enseñante es el de comunicar. Despreciaba el gramaticismo consistente en la memorización de reglas abstractas. El par de binomios es la columna vertebral de su mensaje: Hablar-escuchar y Escribir-leer. Más que el sistema lingüístico abstracto el acontecimiento interpersonal es el núcleo de su preocupación. Su crítica al gramaticismo que enmudece y mulita la comunicación interpersonal viva y actuante sigue alentándonos.

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Colaborador de EL PERFIL
Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.