En octubre próximo se cumplirán 10 años de la aparición de un libro clave para la historia del periodismo peruano. Se trata de “Diálogos desde la historia. Entrevistas en el fondo oculto de dos siglos”, libro que César Lévano publicó con el Fondo Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Esta obra agrupa 17 entrevistas de Lévano. La mayoría de ellas corresponden a la etapa cuando trabajó para la revista “Caretas”.
En más de 200 páginas, Lévano exhibe el rostro del Perú, sobre todo del siglo anterior; en sus más distintos estados de ánimo. Demuestra que las preguntas bien formuladas consiguen respuestas inéditas de sus entrevistados. A ello se llega con una exigente documentación que escapa de ciertas frases a las que recurren los entrevistadores de hoy: “tal fulano dijo” o “se dice que”. Así, al mencionar la fuente directa, se evita comprometer el honor de las personas o tergiversar los hechos o no informar correctamente.
Lévano da cátedra de ello al entrevistar a cuatro historiadores sobre la Independencia del Perú. Cada vez que les lanza alguna pregunta que se apoya en un material bibliográfico, menciona la publicación, el año en que se publicó y el fragmento citado que da cabida a la interrogante. Lo mismo ocurre cuando dialoga con personajes que participaron en eventos históricos como la lucha por las ocho horas, la matanza de Santa María o el levantamiento de Augusto Sandino.
Y es muy inteligente para abordar situaciones que parecen capítulos concluidos. Ello se refleja en una pregunta un poco incómoda que le plantea al historiador Jorge Basadre. Dice así: “En un artículo de Francisco Moncloa, en ‘Oiga’, y luego en uno de Hernán Zegarra, en ‘Expreso’, se insiste en aquella vieja acusación de que usted eliminó de sucesivas ediciones de su ‘Historia de la República’ un ataque a Mariano Prado que había en la primera. ¿Qué puede agregar a las declaraciones que ya hizo?” (p. 144). Como se aprecia, Lévano derrocha elegancia, pues sabe replantear preguntas que en boca de otros entrevistadores se volverían previsibles.
En algunos de estos diálogos Lévano cultiva el estilo, pule el lenguaje y se sale del molde tradicional de la entrevista pregunta-respuesta. Dicho de otra manera, a sus textos les inserta belleza literaria, los convierte en híbridos que pueden encajar en lo que se denomina periodismo literario. Aquí, un ejemplo: “Todos añadieron algo de pesar al océano sentimental del poeta. Pocos lograron encresparlo” (p. 157).
Sabe mezclar con sutileza, además, las respuestas de su entrevistados con las descripciones del lugar donde se lleva a cabo el diálogo y añade necesarias aclaraciones para quien no esté empapado del asunto. Todo eso en un párrafo: “Corre a nuestras espaldas, ancho y apacible, el río Mantaro. Los cerros altos, de curva suave, vestidos de grana y de verde; las retamas de amarillo violento; los tunales verdes jade; las nubes impolutas, ríen bajo el cristal azul. ‘Tengo recuerdos amargos de esos días, en el Coliseo Bolívar’, dice Zenobio. Se refiere al local que creó en Lima el ahora finado don Enrique Varé’” (p. 20).
Este libro es también un anecdotario. Una visita nostálgica al pasado. Muchas de estas conversaciones han dado vida a anécdotas que hoy se comentan con religiosidad. Allí se tiene aquel episodio que nació de la entrevista “al alimón” que hizo Lévano con César Hildebrandt a Víctor Raúl Haya de la Torre, en 1971, en su morada en Villa Mercedes. Lévano recuerda que el líder aprista dijo que “si hay grabación, no hay entrevista”.
Entonces Lévano empezó a preguntarle por sus “relaciones de adolescente con los obreros anarquistas de Trujillo y su amistad con César Vallejo”. Luego, Haya les contó la historia de los versos del poema XXXII de “Trilce”. En ese rato, Lévano lo trabajó al sentimiento: “Señor Haya: ¿no le daría pena que estos recuerdos se pierdan para las futuras generaciones?”. Inmediatamente, obtuvo una respuesta “tajante, casi castrense”: “¡Enciendan la grabadora!” (p. 14). Este momento el mismo Hildebrandt lo rememora en el prólogo de la primera edición de su libro “Cambio de palabras”.
Incisivo mas no faltoso, a la vez que preguntador oportuno, Lévano destacó como entrevistador. Sus entrevistas escritas evidencian un trabajo documentado, una inquietud por la verdad, que se complementan con su prosa de aluminio; es decir, ligera y brillante (lo ha dicho su amigo Víctor Hurtado). En “Diálogos desde la historia. Entrevistas en el fondo oculto de dos siglos”, el maestro cumple a cabalidad con una de sus enseñanzas sobre este subgénero periodístico: “La entrevista, toda entrevista, debe ser un viaje al fondo de un personaje, de una época” (p. 14).