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Walter Peñaloza: Un maestro de la educación

Walter Peñaloza y su aporte a la filosofía y tecnología educativa.
Lucas Lavado
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Lucas Lavado
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Colaborador de EL PERFIL
Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.

Formado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el filósofo peruano Walter Peñaloza Ramella (1920-2005) se anticipó a Howard Gardner, el investigador de Harvard, con su propuesta de currículum integral. Destacado innovador en las áreas de pedagogía, tecnología educativa y gestión del desarrollo universitario, supo articular a lo largo de su vida intelectual la tradición de los clásicos con los enfoques modernos y contemporáneos. 

Su trabajo tiene sólidas bases ontológicas, epistemológicas y metodológicas que le permiten planteamientos formulados con rigor, tal como se puede corroborar en sus investigaciones y publicaciones. La evolución del pensamiento helénico es uno de sus libros de inicio. En El discurso de Parménides, obra bilingüe (griego y español), dio prueba de su compromiso epistemológico. Sus libros El conocimiento inferencial y la deducción trascendental y Estudio de Crítica de la razón pura (de Emmanuel Kant) son ejemplos de cómo debe pensar y escribir el maestro. 

Sus reflexiones y propuestas sobre educación se estructuran a partir de su amplio dominio de la teoría del conocimiento, cultivado como un corpus que se trasluce en su Currículum integral, libro varias veces reeditado, su Tecnología educativa y más recientemente en Los propósitos de la educación, que recoge sus aportes y sus críticas punzantes que hoy revisten carácter de urgencia. Su búsqueda sistemática y sin pausa de alternativas para el desarrollo de la educación fue hecha con responsabilidad y coherencia intelectual, como todo pensador serio que condensa su esfuerzo epistemológico consistente en la reconstrucción de “la estructura escondida de los hechos”, que es la aspiración del pensamiento científico desde la Ilustración.

Cuando en 1969 se integró a la Comisión de Reforma de la Educación del Gobierno de Juan Velasco Alvarado, con Emilio Barrantes, Augusto Salazar Bondy, Jorge Bravo Bresani, Carlos Araníbar, Víctor la Torre, y otros valiosos intelectuales, ya tenía en su haber logros ampliamente reconocidos. Propuso el currículum integral luego de haberlo iniciado y desarrollado en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle donde brilló por el ejercicio de un liderazgo democrático y eficiente. 

Walter Penaloza

Su tecnología educativa

Su dominio de la axiomatización y del análisis sistemático se evidencian en cuanto escribió y publicó y fueron el hilo conductor de cada una de sus exposiciones, verdaderas ponencias científicas y filosóficas. No es extraño entonces que antes de responder a la pregunta sobre qué es currículum tuvo que abordar la cuestión básica acerca de qué es la educación, o bien qué concepción tenemos de la educación. 

Walter Peñaloza concibe a la educación como proceso de formación, realización y expresión de la persona conectada con su cultura inserta en el sistema social. A partir de esta consideración básica plantea su propuesta de currículum integral décadas antes de los planteamientos de Howard Gardner, guiado por la búsqueda de la verdad, el bien y la belleza. Invitado a la Universidad de Zulia, de Venezuela (la más importante después de la Universidad Central), profundizó sus estudios de los algoritmos que luego presentó en su libro El algoritmo de la ejecución del currículum.

Contribuyó a repensar el enfoque de educación para el trabajo, y en el debate sobre las competencias criticó a los conductistas y mentalistas. A “[l]os primeros por la tipificación meramente motriz y externa de las competencias, [a] los segundos por su concepción mentalista y errónea de las competencias”. En torno a esta cuestión hay un debate actual en la reforma de la educación básica española entre el currículo por asignaturas y el currículo por competencias. Se cuestiona el factor inflacionario y la inadecuada métrica de las asignaturas tradicionales frente a las competencias, que enfatizan el aprendizaje para hacer, y se plantea que los conocimientos valen en tanto que con ellos se puedan resolver problemas que no se lograrán con el incremento de asignaturas sino con el esfuerzo interdisciplinar.  Se trata de que el alumno aprenda a hacer con lo que aprendió.

Peñaloza pensaba que el currículo es la materialización de la teoría de la educación y que para lograr este propósito hay que pasar del constructo teórico al diseño del artefacto sociotécnico denominado ‘currículo’, que incluye: 1. Organizar los fines y objetivos del currículo; 2. Diseñar cada uno de sus componentes; 3. Diseñar o seleccionar los materiales; 4. Diseñar el sistema de enseñanza-aprendizaje; y, 5. Diseñar la evaluación. Esta propuesta no es una parafernalia de instrumentos, sino un sistema de conocimientos y acciones para la conducción y desarrollo de la enseñanza y aprendizaje de competencias, si se quiere. 

Sus postulados son claros: “La concepción de la Educación es el fin. La tecnología de la educación es el conjunto de medios para llevar a la realidad ese fin”. A partir de aquí “el reconocimiento de que la Tecnología Educativa es un conjunto ordenado de medios para hacer real dicha concepción”. Queda claro, entonces, que el currículo es la realización de la concepción, un paso necesariamente fáctico, que va desde la previsión de las experiencias hasta la evaluación. Es una suerte de concreción gradual desde la idea a nivel macro hasta la realización micro. La meta de la tecnología es, en este sentido, no la búsqueda de la verdad sino de la eficiencia en el logro de los aprendizajes. 

No defendía los predios de la Educación a rajatabla, como si se tratara de un saber exclusivo, sino que convocaba la participación de otras áreas científicas y sociotécnicas. Tuvo meridiana claridad sobre la necesidad de los aportes de la psicología, aunque para los pedagogos tradicionales resulte difícil reconocer que el aprendizaje es un concepto carísimo de la psicología científica y cuesta trabajo logarlo en el aula. 

Ahora que atravesamos cambios rompedores y estamos a la zaga de nuestros vecinos en todo lo que implica el sistema cultural y educativo es bueno volver a nuestros viejos maestros. Y Peñaloza es uno de ellos. Allí está su obra. Las ciencias y todo trabajo intelectual se inician a partir de donde los predecesores pensaron, en cambio hoy se impone el recurso ‘corta y pega’, alentado por la idea errónea de que la investigación actualizada inicia su cometido con la bibliografía de moda olvidando la tradición científica. Se ignora que la investigación genuina parte de una tradición local, nacional y global, en diálogo con quienes aportaron saberes para ensanchar nuestras entendederas como medio para pensar por cuenta propia. 

Para concluir esta breve nota sobre Walter Peñaloza es preciso recordar que él distinguía con claridad problemas epistémicos y problemas prácticos. Esta distinción le llevó a postular que la tecnología educativa, a diferencia de la teoría de la educación, constituye un sistema técnico que se encarga de diseñar y organizar planes educativos para conducir, controlar, regular y evaluar el proceso educativo. Siempre sobre la base de la teoría de la educación y del currículo. ¿Por qué es necesario volver a él? Porque se está desquiciando la cultura general y tecnológica, el respeto por los demás y la ponderación, porque hoy se pretende suplir al profesor asesor o evaluador por el socorrido Turnitin y se critica al autor de la tesis sin haberla leído y confundiendo la transcripción de dos o más páginas con citas textuales. Alguien tiene que parar esto. ¿Quién?

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Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.