Por: Francisco Harting para PERFIL
La nueva edición del Lollapalooza trajo consigo un menú especialmente diseñado para centenialls, el grupo de chicos y chicas nacidos entre 1995 y el 2015; también llamados Generación Z o post-millenials.
Este viernes, en el primer día del festival, resultaba difícil encontrar grandes masas de personas mayores de 30 años porque era claro el grupo dominantes: escolares y universitarios que salían de clases (o faltaban a ellas) y se repartían desde tempranas horas de la tarde por los diversos sectores que ofrece el evento.
Bajo un sol intenso en el Parque O’Higgins en Santiago de Chile, las encargadas de abrir la fiesta fueron las chilenas Frank’s White Canvas.
Miles de asistentes respondieron a su rock de altos decibeles para luego trasladarse al otro escenario central, donde a las 13.15 horas los franceses The Inspector Cluzo encendían el ambiente en los primeros minutos, en paralelo a las presentaciones de Playa Gótica y Bronko Yotte en otro de los escenarios, el Acer.
Pero si hubo un protagonista indiscutido en el arranque de la nueva edición del Lolla, ese fue el trap. A estas alturas ya es más que un ritmo de moda, es un lenguaje común para la generación centeniall.
Primero con Drefquila, la estrella en acenso del género en Chile -con un escenario Lotus que le quedó chico-, y más tarde con el español Kidd Keo -en un Movistar Arena prácticamente lleno- y el brasileño Kevinho. Una saga coronada por el argentino Paulo Londra, que a las 20.30 horas fue otro de los platos fuertes de la jornada.
La apuesta, inédita en la cita, fue exitosa, considerando la simplicidad de sus montajes (con artistas que en su mayoría actúan solos sobre el escenario), en contraposición a su capacidad de convocatoria.
Le siguió un segmento dedicado a los artistas chilenos en los escenarios centrales. Francisca Valenzuela demostró lo transversal de su cancionero y luego Los Tres, en una de sus actuaciones más masivas, cumplieron ante un público que no era el suyo.
Ya entrada la tarde, la audiencia lucía cercana a las 80 mil personas que los organizadores esperaban para el primer día del festival.
A las 17.00 horas los británicos Snow Patrol lograron unir a las masas con un festival aparte de selfies e historias de Instagram -parte de la dinámica histórica de la cita- y luego el brasileño Caetano Veloso, el mayor clásico de esta edición, que junto a sus hijos presentó un show en las antípodas: cuatro guitarras y su inconfundible voz, en medio del bosque y sin celulares interfiriendo en la escena.
En paralelo, los estadounidenses Greta Van Fleet, exponentes de un rock calcado al de los años 70, y que la noche anterior repletaron el Teatro Caupolicán en su debut local, confirmaron que nadie queda indiferente a su enérgica propuesta, adorada y odiada a partes iguales.
Para el final, el ya habitual cierre del Movistar Arena ante la alta afluencia de público -con gente amontonada en la elipse sin poder ingresar-, donde el norteamericano KSHMR brindó un sorpresivo set que incluyó temas de Los Prisioneros e Illapu.
Y luego, el gran tropezón de la velada: Lenny Kravitz alcanzó a cantar apenas dos canciones y, ante los problemas técnicos y de audio, se bajó del escenario. Sólo media hora después pudo volver a escena para rematar con casi una hora extra de presentación, lo que terminó atrasando el debut de Kendrick Lamar. El californiano, la gran estrella de la jornada, cerró la noche en lo alto, con un poderoso espectáculo con su fraseo como único protagonista.