La congresista Alejandra Aramayo acaba de decir que nuestro eximio juez Hinostroza tenía “impedimento de salida del país, pero no de entrada a España” Cecilia Chacón sostiene en televisión nacional que no debemos olvidar, cuando habla de la prisión de Keiko Fujimori, “que el pueblo eligió que crucifiquen a Barrabás”
Nadie puede olvidar que el congresista fujimorista Bienvenido Ramírez, que trataba de comprar a otros fujimoristas, vanagloriándose de que su relación con el gobierno le había permitido colocar a su gente en tal o cual, puesto del gobierno, era médico y sostenía que leer produce “Alzheimer”.
Un fujimorista es autor de la frase “nosotros matamos menos” para aplacar las críticas al gobierno criminal de Fujimori. Galarreta acaba de decir que Fujimori debería ser reconocido como un héroe de la nación. ¿Alguien puede olvidar que en sus tiempos de pepecista sostenía la verdad: que Fujimori es un delincuente y que su gobierno fue una dictadura? ¿Todo cambio cuando Joaquín Ramírez le vendió, según él en una transacción en efectivo, sin registro bancario alguno, un departamento?
Es obvio que para ser fujimorista hay que cumplir algunos requisitos: tener prontuario, por lo pronto, es algo que se valora mucho en el campo naranja. Mentir sobre los estudios realizados, como Yesenia Ponce, haber sido denunciada por lavado de activos como Beteta, la cuñada de un narcotraficante cuyos recursos ella ha sido acusada de administrar.
¿Qué es el fujimorismo? ¿Es una banda infiltrada por una organización de criminales que la usa para ganar poder político que les asegure cometer delitos impunemente? ¿O no es una organización política infiltrada sino que en sí misma se comporta como solo pude hacerlo según la tradición la impuesta por el primer gobierno fujimorista carente de toda ética y sospechosa de toda inmoralidad?