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Este artículo es de hace 2 años

Congreso, entre la rapiña y los negocios personales

El Parlamento constituye un descalabro moral, cívico, intelectual.
Lucas Lavado

Entre la falta total de iniciativas e incompetencia del ejecutivo y la innegable “irresponsabilidad y rapiña” de un Congreso hace falta una salida racional de cara a la realidad.

Estamos lejos de esa racionalidad y más cerca de los negocios personales. Escuchar a los congresistas gastando los espacios costosos de la televisión para hablar vacuidades es simplemente vergonzoso.

Lo que acontece con el periodismo en un país que aspira a construir una sociedad democrática las dolosas muertes aún no esclarecidas durante estos violentos sucesos llaman la atención del mundo. En especial aquella acontecida muy recientemente y captada inequívocamente por las cámaras, negada aviesa y sistemáticamente, lo que pone en duda toda pretensión de saber lo que ocurre en adelante y lo que ha ocurrido desde el inicio de las marchas.

El periodismo tiene un deber ineludible que consiste en escribir con la verdad y narrar los hechos sin minimizarlos ni falsearlos. Estos días han sido una puesta a prueba de toda la verborrea gastada por algunos hasta la saciedad en nombre de la “verdad y justicia”. Quisiera escucharlos a los periodistas estirados pronunciarse respecto del rol de esta tarea que en ocasiones exige mayor entereza moral.

Hay oportunidades en que la historia y sus protagonistas juegan a favor de las ciencias, de los valores, de los derechos humanos y con toda seguridad de la comunicación. Así como la física y la sociología las hacen personas de carne y hueso. Esto ocurre con los periodistas. Cuando el periodista Jaime Chincha se deshace en explicaciones casi cogido por el pánico poco disimulado a las 9:29 de la noche del martes pasado comentando lo que sostuvo la abogada Marisol Pérez Tello es una muestra elocuente.

Pero todos sabemos, las calles lo saben que los tiempos, los hechos, la vida han cambiado el periodismo se ha innovado tan profundamente que por desgracia muchos aún no lo saben. Ha dado un enorme vuelco cuando hace tiempo ha desechado los datos para reivindicar la noticia. Día a día somos testigos de lo dramático y difícil que es encontrar información valiosa en medio de una inmensa ruma indigerible de datos. El cúmulo de datos irrelevantes no solo embota el cerebro del lector que quiere informarse antes de caer en la exclusión.

El paso de los periódicos al mundo digital cuyo líder destacado, director de The Guardian, Alan Rusbridger ha cambiado el mundo de hoy. Pero el periódico de papel y el digital han buscado siempre la verdad.

¿Qué paso con el canal del Estado?

Un canal que se propala con el dinero que sale de los bolsillos de los peruanos. Rara avis, simplemente no se sumó a la monocorde propaganda estatal y nos privó a los televidentes de ver y escuchar un programa decente que se atrevió a invitar analistas de las diferentes regionales como un primer input que pareció herir la sensibilidad intelectual de los doctos analistas limeños. Espero no ser malpensado.

El periodista Carlos Cornejo comenzó a desplegar algunos esfuerzos de iniciativa personal de cara a la información pertinente. Supo diferenciar lo relevante de los superfluo y puso en el candelero temas de interés para un auditorio cansado de huir del canal oficial para buscar disfrute con el divertimento y la vistosidad de las noticias pensadas en “gustar” a los lectores ávidos que aún esperan en el quiosco. Su mayor error ha sido sin duda hincar o mejor rozar la información pensando con inmensa ingenuidad que algo creativo y cercano a la verdad se pude hacer en el canal oficial. Era mejor sustituirlo con “déjame que te cuente limeño”.

Es urgente decirles a los dueños y señores de los periódicos que ya ni se leen y sobre todo a los periodistas jóvenes, que los periódicos cuestan por lo valioso de las noticias y porque, educan persistentemente como antes. Lo sabía Pedro Beltrán un hombre de derecha a quienes muchos ya no recuerdan: era amante de la noticia, su elaboración y sus titulares. Cuando una de las cosas insustituibles era levantarse cada mañana y leer algunos gramos de verdad y al abrir un canal encontrase con verdades redondas dichas por los periodistas y por su puesto por los entrevistados que eran sagazmente preguntados. Hoy, es un sueño pensar en un canal del Estado donde el ciudadano lo sienta suyo y hasta familiar.

¿Qué debe sentir un periodista excluido por defender la verdad y noticiar a su auditorio sin cortapisas? Difícil imaginar.

El señor Cornejo habrá sentido en lo más profundo que es una víctima civil de las jornadas de estos días. No sé si sabía que los puestos laborales el Estado pasan por un camino previo de entrenamiento que en ocasiones debe llamarse domesticación. Una manera frecuente de saber que la cerviz se puede bajar de muchas maneras en el Perú. Una de las menos sutiles es esta experiencia. Se proclama todos los días incansablemente la “meritocracia” y la eficiencia como incentivo a un perfeccionamiento de los jóvenes. Es un ejemplo que no escapa a nadie salvo a los despistados profesionales.

Son explicables las justificaciones, los argumentos y los ejercicios de aclaración del periodista Jaime Chincha para decir que no ha dicho lo que le atribuyen. Está claro que no habrá “golpe” militar. Una Cosa notable que el periodista debe saber es que el periodista comunica, enseña, hace docencia diariamente. Pero solo es útil añadir en estos casos que se enseña con el ejemplo paciente, tesonero, resiliente. Hay periodistas que cumplen su tarea y hagamos votos de civitas para que esta labor mejore, se encumbre y siga ejemplos admirables.

¿Y el Congreso?

Al finalizar el día periclitaba también la catástrofe el Congreso. Este fracaso total lo dice sin rodeos lo que constituye un descalabro moral, cívico, intelectual y ciudadano. La vergüenza está de capa caída.

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Esta es una columna
El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
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Colaborador de EL PERFIL
Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.