El niño Aníbal Torres tenía ya la vocación por la justicia, ese bien tan inasible y necesario que sigue siendo un sueño vital. El joven Aníbal sabía ya que la lectura y el estudio eran los caminos correctos para concretar los sueños difíciles. El adulto Aníbal Torres aterrizó sus ideales y emprendió el camino de la lucha contra todos los males en busca de la justicia. Continúa en esa ruta.
Aníbal Torres es de esos seres humanos que se preocupan, se indignan cuando ven a un niño sin zapatos, a una madre que llora porque no sabe con qué comprar medicinas. Es de esos seres humanos que no se rinden ante la adversidad y se ponen al lado de los débiles, al lado de los no pueden o los que no saben y enfrentan a los miserables que por dinero son capaces de todo.
Aníbal Torres es un abogado, un defensor de la legalidad, pero, sobre todo, es un profesor brillante: un profesor de los que pasan horas y horas buscando la forma más clara de explicar un concepto complejo para que sus alumnos lo entiendan y lo apliquen.
Tiene grandes ideales el profesor Aníbal. Sigue soñando con la justicia que es una forma hermosa de vivir y, cuando le preguntan cómo lograr esos sueños, aterriza en la revolución educativa en todos los niveles, principalmente, en el nivel inicial y primario.
Cree que los profesores de los más pequeños deben ser los mejores pagados, los más preparados y está convencido de que la educación transforma vidas y, por consiguiente, nos asegura un mejor mundo donde vivir.
En estos tiempos en que la mafia ha contratado un ejército de abogados, casi todos con dinero y sin escrúpulos, Aníbal Torres nos da lecciones de justicia en radio y televisión.
Es grande Aníbal Torres porque en estos tiempos oscuros él inspira. He escuchado a jóvenes, a muy jóvenes, decir que de grandes quisieran ser como él. Aquí radica su gran aporte a nuestro hermoso país.