Fallece Fujimori y de inmediato se hacen recuentos de la herencia que deja, con un aire casi lejano y un legado cuyas lecciones, cargadas de pesar y odio, llevarĆ”n un tiempo para que la historia material y la historia del conocimiento tengan quĆ© decir. Entre tanto lo que se lee es lo que los peruanos solemos ārelatarā contritos: algunas de sus hazaƱas edulcoradas atenuando los asesinatos y la corrupción generalizada y siniestra, postergando verdades difĆciles de admitir por temor o por desidia.Ā
Una mirada necesariamente multidisciplinar sugiere poner el acento en la sociedad peruana como sistema. La herencia del desorden, del subterfugio, de la corrupción institucionalizada y la distorsión de todos los valores ha contaminado el paĆs entero, de donde serĆ” difĆcil salir sin una altĆsima dosis de ascesis y una profunda reorientación psicológica y social.Ā
Fujimori a partir de su incursión en el Estado lo trastocó todo con una lógica siniestra y con total desapego de los valores consustanciales a la vida peruana que muchos maestros, polĆticos e intelectuales valiosos forjaron. Oscureció sus propios orĆgenes, inventó el dĆa de su nacimiento y, corroĆdo por el miedo, fugó con el avión presidencial llevĆ”ndose no se sabe quĆ© ni cuĆ”nto, hasta cuĆ”ndo usó su verdadera ciudadanĆa para acceder a la dieta japonesa y, finalmente, cuando no pudo, intentó reclamar un sueldo vitalicio en el PerĆŗ.Ā
Los innumerables crĆmenes, como los de La Cantuta y Barrios Altos, cuyos deudos reclaman sin sosiego en espera de una justicia que no llega, incluida la cruel matanza de Pativilca, siguen acicateando la conciencia peruana. Fujimori hizo y volvió a manosear las leyes a su antojo inventando siempre la interpretación “autĆ©ntica”, poniendo de vuelta y media el derecho. De allĆ que trastocar y revolver la polĆtica le fue una tarea fĆ”cil, hasta divertida, sabedor de que a los polĆticos peruanos les encanta hacer dinero en plazo corto.Ā
La negación y maltrato de la cultura y la educación no tiene parangón y pareciera que tampoco tuviera importancia, sobre todo para aquellos que presumen ser los conductores de la cultura y el pensamiento. Nunca como en su gobierno la educación fue tan desatendida y las consecuencias estĆ”n a la vista, desde las graduaciones sin tesis hasta los resultados de las pruebas PISA. El menosprecio de la cultura peruana, de su pasado, sus avatares y su futuro tiene explicación y se entiende hoy mejor que antes porque no pasó por su mente la construcción de un paĆs mestizo y pluricultural de cara a un futuro con desarrollo.Ā
Pero sĆ, tuvo una notable capacidad de contagiar su estilo, sus formas y manera de ocultar lo que no querĆa que se supiera. Esta pedagogĆa del disimulo fue aprendida por los que se inmiscuyeron en la polĆtica criolla practicada sin rubor y apoyada en la mentira, el fraude y el desorden organizado para el hurto. Esta herencia merece ser estudiada para encontrar los antĆdotos antes que el deterioro de la sociedad rebase los lĆmites que impidan salir adelante.Ā
Introdujo y cultivó, como pocos, la cultura del ocultamiento y del falseamiento en todos los órdenes desde la judicatura, pasando por la administración, la cultura polĆtica y la vida cotidiana. Este proceso psicológico, antropológico y sociológico ha devenido letal para la vida en comĆŗn, contaminando la polĆtica e inclusive la cotidianeidad. Cada tanto se pueden leer justificaciones complacientes adornadas con la consabida frase “nos ha salvado del terrorismo”. Pretendió incluso el ilegal indulto humanitario y hasta un sueldo vitalicio.Ā Ā
La herencia fujimorista ha calado tanto que no hay que buscarla ni inventarla, allĆ estĆ”n los congresistas, los funcionaros del Estado, los polĆticos de medio pelo que no saben de quĆ© se trata cuando se hace polĆtica, y que administran el poder parloteando sin cesar. Nos hemos acostumbrado a esta mediocridad y seguiremos en lo mismo porque no se ha encontrado otra salida. Todas las maƱas, las trampas y las formas palurdas de hacer polĆtica son calco y copia aprendidas sin pausa durante el fujimorismo. La historia enseƱa y es hora de sacar lecciones mientras se pueda.