Los dirigentes de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) quisieron mocharle el sueldo, reducir a su equipo técnico y Gareca dijo no.
Melenudo; sus dedos índices se elevaban para decir: “pensá”; cuando gritaba, abría la boca como un tigre; a veces, en pleno partido se sentaba largo tiempo como si fuera un león en reposo; parecía guitarrista de una banda de rock; tenía un hijo adoptivo con cabeza de piña; y ahora, después de siete años, deja a la selección.
La FPF, encabezada por un tal Lozano, más manchado que palo de gallinero, fue incapaz de hacer un esfuerzo para que Gareca siguiera en el cargo.
Fue Gareca, con su equipo, con su trabajo, con su entusiasmo, que nos hizo creer otra vez en la selección y de paso lavó la cara con sus triunfos a los dirigentes comechados de la FPF, que muchos de ellos querían sacar su tajada vendiendo entradas por lo bajo y otras jugarretas.
Gareca es hincha del Vélez. Pero también jugó en el Boca, el River, Atlético Sarmiento, América de Cali, Independiente. Hay quienes dicen que entrenará al Boca.
Menotti lo convocó por primera vez a la selección argentina en 1981; pero, curiosamente, lo dejó de lado y no le permitió que mostrara su fútbol en el mundial España 82. Fue Carlos Bilardo quien lo regresó a la selección argentina para el primer partido de las eliminatorias de 1986 y, después de muchos partidos, volvió a convocarlo para el último encuentro decisivo.
En aquel partido decisivo, Gareca hizo el gol del triunfo albiceleste casi al final del encuentro en un estadio estresadísimo. Con ese gol, Argentina llegó al mundial y Perú quedó fuera de México 86. Pese a esto, increíblemente, Bilardo no lo puso en la lista de los mundialistas. En serio, ese narizón de Bilardo lo dejó fuera como lo había hecho Menotti. Tal vez, este caso fue el golpe más duro que recibió Gareca en toda su carrera futbolística. Cuenta también la eliminación ante Australia.
Gareca pisa pelota. Pensá su futuro. Se vienen tiempos oscuros para nuestro fútbol como en las etapas de Burga. Espero me equivoque.