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La ley del deseo

El ser humano es un ser "deseado y deseante" (habría dicho Juan Ramón Jiménez); es un ser que tiene derecho a desear.
Víctor Hurtado Oviedo

El buen Denis Diderot se incomoda cuando ha de tratar de las riquezas que rodeaban a su admirado Séneca, el estoico. Es que siempre es incómodo rozar con elegancia el lujo ajeno cuando se sospecha que el lujo es el altar donde se casa la vulgaridad con el dinero. Como sea, Diderot señala qué es lo esencial en el filósofo latinocordobés: no la existencia acomodada, no las villas ni los campos, sino el pensamiento. Así pues, en su Vida de Séneca (Cap. CI), Diderot rechaza antiguos infundios dictados por la envidia a la ignorancia: sí, Séneca fue rico, pero también generoso con los pobres. ¿Predicó el desprendimiento? Sí porque creyó que los valores morales y el autocontrol son superiores a las veleidades del destino.

De todos los filósofos estoicos, Séneca tal vez sea el más simpático. Los demás suelen exigirnos demasiado: renunciar a todos los deseos hasta reducirnos a seres muertos en curioso movimiento. Esa invitación a la vida apática comenzó en la India y en la China, fue acercándose al occidente (Persia, Siria), entró en Grecia con los cínicos, siguió hacia Roma (Filón, Marco Aurelio), se engarzó con la patrística cristiana (ascetismo), se cruzó el Renacimiento (la dulce "vida retirada") y lanzó sus últimas luces con el Iluminismo y sus cuentos del "Hombre natural" a quien la sociedad "corrompe" (o sea que la sociedad corrompe a la sociedad)

Mucho caminaron los siglos para avisarnos que seremos más felices cuando menos deseemos. ¿Por qué? Porque, si no somos infelices cuando nos falta lo que deseamos, seremos felices cuando no deseemos lo que nos falta. Suena bien, pero esto es pedirnos demasiado. El ser humano es un ser "deseado y deseante" (habría dicho Juan Ramón Jiménez); es un ser que tiene derecho a desear. Al fin, deseamos ser felices, y la felicidad es la satisfacción de nuestros deseos principales, intensos y constantes. Solo ahora volvamos a oír la voz de Séneca: no suprimir los deseos sino elegir los que no nos asesinen por exceso y los que no dañen al prójimo. Resultó fácil ser estoico: basta con ser humano.

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Esta es una columna
El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
Estudió Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es miembro correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua. Reside en Costa Rica y trabaja en el diario La Nación desde 1994. En 2020 publicó Otras disquisiciones, un libro que recopila sus artículos referidos al uso del lenguaje.