En la dictadura de Fujimori, el asesor Montesinos mandaba a comprar todo el tiraje de los diarios opositores “La República” y “Liberación”. Era una forma de evitar que la gente se enterara de las fechorías del Gobierno. Pero Montesinos iba más allá: sobornaba a los dueños de los canales de televisión para despedir a los reporteros independientes, secuestraba a periodistas como Gustavo Gorriti y planeaba asesinar a César Hildebrandt.
Las dictaduras de todos los colores sueñan siempre con una prensa aduladora, una prensa que esté en sus filas. Todas las dictaduras pretenden siempre silenciar a la prensa.
Dina Boluarte, por ejemplo, ahora que se anuncian nuevas protestas, quiere una prensa monocorde. Quiere que las redes sociales no amplifiquen las investigaciones, que los diarios la aplaudan, que la televisión siga distraída.
Dina Boluarte pretende ocultar, con el silencio de la prensa, asesinatos, malos manejos administrativos en todos los niveles, actos de violencia o de violación de los derechos humanos en varias regiones, prácticas dictatoriales en todos los terrenos.
Una de sus fórmulas es silenciando a los periodistas venales mediante la publicidad estatal y la otra es la mala: pedir sus alfiles amedrentar, amenazar, embarrar.
Cuando existen ya castigos claros para que los difaman mediante la prensa, los aliados congresales de Dina Boluarte pretenden sacar una ley que aumente de tres a cuatro años la pena de cárcel a los difaman mediante los medios de comunicación. Pretenden causar miedo, porque tienen miedo.