La multinacional de comida chatarra McDonald’s engorda gracias a la fuerza de los trabajadores, entre ellos, jovencitos que necesitan el dinero para pagar sus estudios.
McDonald’s impide que sus trabajadores se organicen en sindicatos, pero sí permite que los jóvenes trabajen 12 horas al día y muchas veces sin la suficiente protección para prevenir accidentes.
Estoy en Pueblo Libre, al lado de la cinta “peligro” que aísla el local de McDonald’s donde el domingo 15 de madrugada murieron Alexandra Porras y Carlos Campos, los dos de apenas de 18 años, casi menores de edad.
“Aquí trabajan de madrugada, joven, en la cocina, algunos ganan solo 220 soles semanales, joven”, me dice un colectivero del cruce de la avenidas Universitaria y La Marina, que conoce a los jóvenes. “Pobres muchachos”, agrega, apenado.
Un Estado corrompido no fiscaliza como debiera a una multinacional que puede comprarlo todo, una transnacional que ha conseguido que la prensa ramplona no mencione su nombre en sus notas sobre la tragedia.
Los jóvenes tienen que trabajar en lo que caiga porque el dinero es fundamental en tiempos en que hay que pagar por todo. La gratuita de la educación, las ocho horas de trabajo son sueños que deben conseguirse. El 80% de los trabajadores del país convive con la informalidad.
Los jóvenes chilenos, escolares muchos, han dado el ejemplo hace poco exigiendo cambios. Aquí hay algunos colectivos que organizan protestas contra las muertes, contra la impunidad. El empleador es el responsable de la prevención, tiene que garantizar la seguridad de los trabajadores, debe advertir, capacitar. Los jóvenes rebeldes que se trajeron abajo la llamada “Ley Pulpín” deben despertar.
Cerca del lugar de los hechos, una jovencita me dice: “Sí habrá protestas, en Miraflores, en el centro y tal vez aquí”.
La muerte no debe callarse. La muerte de un joven es la muerte de todos. En el 2017, los jóvenes Jovi Herrera Alania y José Luis Huamán Villalobos murieron en medio del fuego, encerrados, esclavizados, en el edificio Nicolini.
El 2 de setiembre del 2011, el joven de 22 años Christian Alza Torres murió por una descarga eléctrica cuando limpiaba la sede de Bembos en la avenida Javier Prado de San Isidro. La demanda sobre este caso fue archivada.
La jurista Rosa María Palacios dijo que le parece nefasta la palabra “colaborador” usado por MacDonald’s en referencia a los jovencitos muertos. Explicó que se usa “colaborador” porque implica eventualidad, voluntariado.
“No somos colaboradores, somos trabajadores y nos pagan y no nos colaboran. Trabajamos y no colaboramos. Lamentable la palabra se usa para precarizar la relación de trabajo”, señaló.
Según el portal Wayka, en el 2014, trabajadores de España y Canadá protestaron contra McDonald’s por laborar en condiciones de semiesclavitud. En el 2015, trabajadores en Estados Unidos reclamaron por incumplimiento de pagos acordados. Este año, en Chicago, 17 trabajadores demandaron a McDonald’s por exponerlos a altos riesgos. McDonald’s vende comida chatarra, pero es un joyita.