Mientras el pleno del Congreso debatía el voto de confianza solicitado por el gobierno, la Señora K lanzaba su ofensiva desde Arequipa, "Hoy tenemos a un nuevo presidente, pero que en vez de trabajar por el desarrollo del país, lo que hace es confrontar, […] insultar, y nosotros le decimos no, no queremos golpe, no queremos amenazas, basta de insultos, lo que necesitamos son autoridades que trabajen por el desarrollo del país".
Cabría preguntarle qué tanto olvida ella el golpe que efectuó su padre el 5 de abril de 1992. Al margen de ello, queda claro que su mensaje no es un simple abrupto depresivo. Por el contrario, es una advertencia de juego político; si bien la cuestión de confianza obtuvo 82 votos a favor, 22 en contra y 14 abstenciones, nada garantiza que la moción votada comprometa a aprobar los proyectos de reforma judicial y política antes del 4 de octubre, ni que sea convocado el referéndum.
La suspensión de la sesión de la Comisión de Constitución convocada para continuar la discusión acerca de la bicameralidad –una de las reformas políticasconstituye una mala señal y formaría parte de la estrategia fujimorista de seguir postergando las decisiones. La Señora K busca atrincherarse en el Congreso, a la vez que por todos los medios trata de que Chávarry prosiga al frente del Ministerio Público para que cumpla el rol de archivador.
Pero no puede ocultar la pérdida de apoyo popular, evidenciado en Arequipa, pues en su mitin apenas hubo 31 personas.
La ciudadanía no confía en la Señora K tal como me manifestó un taxista hace algunos días, "si hizo lo que hizo con su madre, su padre y su hermano, es capaz de cualquier cosa." Y los peruanos no aceptamos cualquier cosa.