Hace un tiempo, en una entrevista que le hicieron al director del Outfest Perú - Festival de Cine Gay Lésbico Trans Bi, Rolando Salazar, mencionó que había visto la película británica Beautiful Thing en el Museo de Arte de Lima, que es justamente la primera película gay que vi en el mismo lugar allá por el 98.
He olvidado todo lo demás que dice en la entrevista, pero esa parte la tengo grabada en la memoria, porque imagino que, casualmente, sin conocernos y por cosas del azar, estábamos viendo los dos la misma película; en esa misma oscuridad, en donde los protagonistas de esta, rebelándose a los prejuicios y amándose a pesar de todos los obstáculos, nos estaban llenando el corazón y nos transformaban para siempre.
Vivir en un mundo posible para nosotrxs es un sueño colectivo de la comunidad LGTBI, un sueño que se hizo carne para Rolando y algunos de sus amigos, por lo que empezaron el Outfest hace más de 15 años en medio de la imposibilidad de vivir con dignidad en esos tiempos. Hace 15 años el Perú era otro país, y hoy, que ya no somos los mismos, tenemos que aprender a agradecer y reconocer espacios como estos que nos permitieron sentirnos vivos y libres mirándonos en la vida de otros y otras, riendo y llorando con ellos y ellas, y riendo y llorando con nosotros mismos.
Es importante que el Outfest se haya institucionalizado y que sea un evento continuo que se repite cada año, porque esto permite que el objetivo por el cual nació se cumpla, el Festival nunca pensó en hacer la revolución sexual, quería simplemente que cualquiera pudiera ver que existíamos, y que, en esa visibilidad, la posibilidad de la empatía y la solidaridad de los no-LGTBI se hiciera presente; y para nosotros, los LGTBI, era un refugio y un consuelo frente a la nada, el silencio y el abandono.
De la casa del Movimiento Homosexual de Lima, el Centro Cultural de España y el Teatro Julieta al Lugar de la Memoria y el Museo de Arte de Lima, y hace poco a pertenecer a la Red de Festivales de Cine del Perú, respaldado por el Ministerio de Cultura, hubo un buen trecho que se luchó a punta de voluntad, esfuerzo, terquedad y un equipo que ama lo que hace. Porque amar lo que hacemos es parte de amarse a uno mismo, y nos abre la puerta para amar a los demás, algo que el Outfest ha hecho con creces.
Como señalé más arriba, el Festival no nació para hacer la revolución, pero la hizo en cada persona que entró a esas salas para ser testigos de vidas tan diversas y salió siendo otro/otra; y en las y los jóvenes voluntarios que se suman con emoción a, tal vez, su primer espacio de activismo LGTBI.
Por todo eso, larga vida a los que siguen soñando con un Perú en donde todas y todos podamos ser iguales. Larga vida al Outfest y a todos los que ponen su granito de arena para que todos los junios de cada año podamos seguir soñando con un mundo que nos abraza para amarnos y no soltarnos más.