La protesta, movilización y lucha de los estudiantes de la UNMSM es justa, legítima y necesaria. No obedece a un improntus emocional ni arrebato juvenil de rebeldía sin causa.
Es expresión firme, enérgica, y abnegada en defensa del espacio público académico y de las condiciones físicas que constituyen la base material más elemental para el desarrollo del pensamiento crítico y la cultura.
Por eso ha despertado la inmediata y espontánea solidaridad de los estudiantes de la PUCP y otras universidades, que han optado por llevar víveres y enseres de abrigo a los sanmarquinos que pernoctan resistiendo el hambre, la sed, y el frío intenso de la Ciudad Universitaria de estos días de gélido invierno. A ello se suma el impresionante cordón humano que han formado los mismos estudiantes y egresados alrededor de la Ciudad Universitaria para evitar la intervención policial solicitada por el irresponsable rector Orestes Cachay
Su lucha inmediata es contra dicho rector que pretende ceder 28,000m2 del Campus Universitario a la MML para la edificación de un anillo y oreja vial que despojará a la Universidad del único espacio libre que da frente a la Facultad de Derecho y que, de consumarse las obras, llegarán a rozar hasta el cabello de los estudiantes de esa sede y de la Facultad de Letras.
Abuso de Luis Castañeda
Conocemos la génesis del problema cuando éste se inició allá por el año 2004 en que el alcalde Luis Castañeda la emprendió abusivamente embargando las cuentas, bienes inmuebles y vehículos de la Universidad, bajo el pretexto de una millonaria deuda tributaria de impuesto predial y arbitrios.
Entonces asesorábamos al ex rector Manuel Burga Díaz y logramos en los tribunales el levantamiento de esas medidas, a punta de diversas acciones judiciales de revisión de los procedimientos coactivos.
El caso tuvo tal revuelo mediático que motivó la convocatoria de ambas partes al Congreso de la República en la que tuvimos ocasión de batirnos a intenso duelo verbal y argumentativo contra Luis Castañeda y su decena de asesores y tecnócratas de la SAT que llevó para hacer prevalecer demoledoramente su posición; pero, pese a la superioridad numérica que lo acompañaba, fue por lana y salió trasquilado, porque salimos largamente airosos, como como sucede cuando se defiende una causa justa con las armas de la Constitución, la ley y el Derecho. Pese también a lo hostil del ambiente, ya que la contienda se desarrolló en la Comisión de Descentralización, presidida entonces por Rosa Florián, en la cual la mayoría de sus integrantes, y como ya es habitual allí, eran ex alcaldes o expresidentes regionales, y su parcialidad con Castañeda era más que evidente.
Ante la contundencia de nuestros argumentos, y casi al retirarnos, algunos funcionarios de la SAT, obviamente por encargo de su alcalde, nos manifestaron su deseo de transar condonando una parte de la supuesta deuda a cambio de la cesión del terreno de la Ciudad Universitaria para la construcción del anillo y oreja vial. La respuesta viril y contundente que recibieron del ex rector Manuel Burga y el autor de estas líneas fue de un: ¡No señores!
No hay arte ni ciencia en cuatro paredes
Desde entonces lo teníamos claro: el terreno de la Universidad no se negocia, no se cercena ni cambia por dinero o cemento. La razón es simple: el fin de la auténtica educación universitaria es el de brindar formación humanística, científica y tecnológica, y no puede haber arte ni ciencia solo en cuatro paredes. El pensamiento y la inteligencia requieren de la amplitud del espacio para desarrollarse, la reflexión humanística y científica demandan solazarse en la sensación de lo infinito.
La juventud universitaria necesita no solo de libros, bibliotecas o laboratorios. También del contacto con el viento, la naturaleza y de otear el horizonte. Hacerlo en espacios amplios y en grupo para discutir libremente, extiende la capacidad de análisis y propicia calidad en la síntesis. La posibilidad de que surjan de allí los sabios, humanistas y científicos del futuro es mayor. De allí que la dialéctica como forma crítica elemental del pensamiento, en los inicios de la cultura occidental, surja en la antigua Grecia del estilo peripatético de dialogar, pensar y cuestionar las más elementales verdades caminando por los jardines de la academia, como lo hacía Sócrates con sus discípulos.
Por eso las grandes universidades como la Autónoma de Méjico, Sorbona de París, Harvard en EE.UU, Oxford en el Reino Unido, o de Munich en Alemania, cuentan con inmensos espacios libres en sus instalaciones. A nadie se le ocurría allí hacer pasar el tren por las narices de sus estudiantes
No es revuelta termocéfala
Eso es lo que defienden los sanmarquinos, el derecho al espacio necesario y natural para pensar y formar el pensamiento crítico; no se trata aquí de una revuelta caprichosa ni termocéfala. La protesta estudiantil ya ha logrado que el alcalde Jorge Muñoz comunique que respetará el terreno de la Universidad y buscará otras alternativas. Mejor así, es lo que corresponde, no se puede desarmar un valioso santo para armar otro.
La ingeniería actual ofrece muchas alternativas, allí está por ejemplo, la Línea Amarilla que pasa por debajo del Río Rímac; a despecho de quienes hacen el falso dilema de anillo vial o perjuicio público, como si el campus universitario no fuese también un bien público destinado a fines de gran trascendencia cultural y social.
San Marcos no solo es historia, también es el pensamiento crítico de ayer, hoy, y siempre.