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Juan Velasco, un militar distinto

A 50 años de la revolución diversos analistas revisan su gestión.

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Si en algo están de acuerdo los críticos y seguidores del general Juan Velasco Alvarado es que el régimen iniciado el 3 de octubre de 1968 fue un parteaguas en el país, que acabó con el régimen de servidumbre en el que vivían millones de peruanos y nacionalizó el petróleo.

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El escritor Diego Trelles Paz rechaza el calificativo de dictador para Velasco y cuestiona la desmemoria de El Comercio que ahora rechaza al velasquismo, cuando un día después del golpe saludó el derrocamiento de Belaúnde. Trelles Paz también destaca el impacto de la reforma educativa, que bajó los índices de analfabetismo y recuperó la enseñanza del quechua.

“Los iletrados no tenían derecho al voto antes de 1980, el derrocado Belaúnde había ganado en el 63 con el 18 por ciento de los votos de la población total”, recuerda.

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El 3 de octubre los militares derrocaron al presidente Fernando Belaúnde e iniciaron una serie de reformas que transformaron el país, como la nacionalización del petróleo de Talara. Guillermo Nugent explica el origen del golpe en la impopularidad de Belaúnde y el contrato con la International Petroleum Company.

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El historiador José Luis Rénique no duda en señalar que “nunca en nuestra historia hubo un gobierno más a la izquierda que el de Velasco”. A la par de la nacionalización del petróleo y la minería, el régimen inició la reforma agraria.

“El campo en Perú era muy arcaico, con fuertes relaciones de servidumbre. Los militares de entonces aprendieron que la mejor manera de evitar mayores conflictos era terminar con el dominio oligárquico tan arrogante, sin límites,” explica Nugent.

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Rénique destaca que la reforma agraria no fue totalmente exitosa. “En las zonas amazónicas o Ayacucho dejó bombas de tiempo que no se pudieron desarmar y que luego aprovechó Sendero Luminoso”.

Otra de las características del régimen fue su nacionalismo. Según Nugent, “Velasco buscaba autonomía de Estados Unidos y de Brasil y le compró armas a la URSS en plena Guerra Fría”. Para Rénique, “hubo una lectura por izquierda de la Doctrina de Seguridad Nacional por parte de los oficiales velasquistas” y una apropiación del programa del APRA. “El APRA se había aliado a la extrema derecha para bloquear la acción de gobierno de Belaúnde y los militares nacionalistas veían una traición a ese programa”, afirma.

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Tras la experiencia de Velasco llegó la segunda fase, la crisis económica y la salida democrática del 80. Velasco había muerto en 1977. Su entierro congregó a una multitud nunca antes vista en Lima, su cuerpo fue llevado al cementerio a pie, pese a los intentos de las fuerzas de seguridad para impedirlo.

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