En 1974, el gobierno del general Velasco expropió los diarios de mayor circulación del país. Tres años atrás, había hecho lo mismo con las más importantes casas televisivas y estaciones de radio. Cada vez que se abordan estos hechos, se acostumbra a hacerlo con una mirada politizada y de aversión sin importar el bando. En contraste, el último libro del periodista Juan Gargurevich propone otra lectura sobre esta reforma a medias de los medios de comunicación.
“Velasco y la prensa (1968-1975)”, editado por el Fondo Editorial PUCP, detalla el largo y meditado proceso de expropiación de las editoras de periódicos en la primera fase del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. En la página 106 se lee que “los militares cumplieron con dar la partida a su largamente anunciado proyecto de convertir los diarios en voceros de expresión popular y promoción y defensa de los principios revolucionarios”.
Este texto es particular porque Gargurevich fue testigo de cómo se realizó la mencionada expropiación, e, incluso, la apoyó desde su tribuna periodística. También fue crítico de ella, lo que devino en su deportación en 1975. La implicación del autor en esta etapa agitada hace más significativa la narración que presenta por su aguda observación.
Aclara que ciertas declaraciones, sin importar de qué trinchera provengan, deben tomarse con pinzas porque resultan, a veces, exageradas aunque necesarias para el diagnóstico. Sabido su respaldo a la socialización de los medios de prensa, la honestidad intelectual de Gargurevich prima en esta obra escrita en tercera persona con sus saltos a la primera persona plural y sin incluir su propia versión de lo sucedido. Es más, no se victimiza ni dramatiza al momento que cuenta sobre la expulsión del Perú de los periodistas del semanario “Marka”, en los que él se encontraba.
A lo largo de las 246 páginas del libro, Gargurevich se apoya en las investigaciones de otros autores y de los testimonios de personajes muy vinculados al gobierno de Velasco y de la oposición a este. Entrelaza estas fuentes con las informaciones que daban los diarios de aquellos años para contextualizar al lector. Aquí radica una de las mayores virtudes del autor que no deja cabos sueltos al momento de mostrar todo el tejido argumentativo que sostiene su tesis sin excluir los antecedentes.
En cuanto a los juicios de este ensayo orientado más al campo académico, pero escrito en un lenguaje estándar que facilita su lectura, se puede sostener que las deducciones del autor son mínimas, a veces pasan inadvertidas. Al mismo tiempo, Gargurevich desaprovecha los pasajes de la historia que se prestan a narrarse con artificios literarios, aunque está claro que esa no es la intención de su trabajo que se inclina al esclarecimiento de todo lo que implicó el proceso ya señalado.
A pesar de la narración sencilla y cronológica, todos los datos y los detalles que introduce en muchos episodios enriquecen el texto. De hecho, en el libro da lecciones de su labor como historiador del periodismo peruano. Esto se refleja, entre otros apartados o bloques temáticos, en el llamado “Los diarios del imperio Prado”, donde en solo diez párrafos resume la historia de inicio a fin del diario “La Crónica”. Lo mismo sucede con los otros diarios que fueron expropiados.
Está también lo anecdótico. Véase la página 105: “En medio de la discusión sobre los futuros directores, el general Tantaleán dijo que había conversado con el escritor Mario Vargas Llosa para que se haga cargo del diario Ojo y que había aceptado, pero hubo oposición y no se admitió la idea”. Y no deja de lado las incendiarias declaraciones de Velasco contra la prensa: “Constantemente los periódicos reaccionarios llenan sus páginas de mentira y de insidia. Detrás de quienes así escriben se mueven la mano y el dinero de la vieja oligarquía que nosotros arrojamos del poder […] Los periódicos reaccionarios han desatado una intensa campaña contra el Gobierno de la Fuerza Armada” (p. 33).
El autor ofrece un relato íntegro sobre esta compleja e inconclusa reforma. Para no dudar de ello, solo hace falta echarles un ojo a la abundante bibliografía y a las constantes notas al pie de página que aparecen en la publicación y que pueden ser cotejadas para disipar dudas. Al texto, dividido en dos partes, se le añade una cronología que repasa los sucesos más trascendentales de las dos fases de la dictadura militar respecto a su relación con los medios de comunicación. Conviene comentar que en el libro se encontraron más de 15 erratas y, para una próxima edición, se sugiere a los editores que usen las cursivas o las comillas cuando se refieran a diarios y revistas.
Gargurevich ha hecho un trabajo que sobrepasa lo descriptivo para responder a las cuatro interrogantes que plantea al inicio del libro. Relato alejado de la polarización, escrito como una especie de memoria, argumentado hasta los dientes, “Velasco y la prensa (1968-1975)” contribuye no solo a comprender mejor un proceso tan espinoso en la historia del periodismo peruano, sino que será de lectura imprescindible para periodistas y comunicadores y fuente de consulta valiosa para historiadores y científicos sociales, como anota Jorge Acevedo en el prólogo.