Los sofistas eran filĆ³sofos griegos del siglo V a. de C., cuyo prestigio se debiĆ³ a que fueron acogidos por las personas adineradas de Atenas a cuyos hijos les enseƱaba la adecuada utilizaciĆ³n de las palabras y la bĆŗsqueda de persuasiĆ³n, antes que la verdad, a cambio de fuertes sumas de dinero. Fueron los primeros en dedicarse a la argumentaciĆ³n y a quienes se les debe el calificativo de “sofistas” que ha pasado a la historia para referirse a las personas que buscan en lugar de la verdad la persuasiĆ³n mediante sofismas. Fueron PlatĆ³n y AristĆ³teles quieren tomaron sus tesis para rebatirlas en nombre de la razĆ³n y el uso escrupuloso de la racionalidad lĆ³gica. Hoy se han puesto de moda y estĆ” asociado a la defensa del relativismo y la virulencia de las posverdades.
Estos debates siempre se desenvuelven en sociedades concretas y contextos histĆ³ricos atravesados por problemas reales vinculados con los cambios sociales. En las fronteras entre la actividad polĆtica y jurĆdica principalmente, existe una febril tarea por ganar el debate a favor de ciertas causas. La situaciĆ³n es tal que la finalidad es convencer a toda costa y ganar la discusiĆ³n con prescindencia de la verdad. No tiene importancia la verdad sino ganar en la polĆ©mica mediante el convencimiento de los oyentes con argumentos persuasivos, efectistas e incluso argucias. Convencer a los televidentes, a los lectores y a los radioescuchas en favor de ciertas causas para legitimarlas es la clave de todo su esfuerzo. Esta postura, asociada con la posverdad, en el mundo acadĆ©mico comienza con la verifobia (fobia por la verdad) ya estĆ” conduciendo al vericidio (muerte de la verdad). Tiene aspectos prĆ”cticos y sociales de enorme importancia para la convivencia social equilibrada.
Existe hoy un escenario que es el parlamento peruano en crisis y profundamente desmotivado a causa de la no reelecciĆ³n. Por ejemplo: frente a las acciones y explicaciones de los procuradores del Estado quienes no estĆ”n haciendo sino aplicar la ley, en favor del Estado, frente a la empresa Odebrecht, un experimentado parlamentario inventan realidades y dice medias verdades intentado descalificar a los procuradores utilizando datos falsos configurando una falta las razones de proporciones. Sin autocontrol, descalifica a los procuradores porque son jĆ³venes, que ya es simplemente deplorable, acompaƱado de una serie de mentiras y medias verdades. El parlamentario GarcĆa Belaunde expresĆ³ su frustraciĆ³n con mucha antelaciĆ³n cuando se supo los resultados del referĆ©ndum, resultado que le condujo a la “desmotivaciĆ³n”. Esta desesperaciĆ³n por la imposibilidad de continuar siendo congresista y la escasa posibilidad de hacerlo travĆ©s del Senado, el congresista Jorge del Castillo, cual adivino, dice que estamos frente una catĆ”strofe si el congreso prĆ³ximo se compone solo de congresista sin experiencia, cuando eso ocurra segĆŗn el seƱor del Castillo: “agĆ”rrate Catalina”. Es decir, sin los viejos congresistas estamos condenados a la catĆ”strofe.
Ahora, situĆ”ndonos en el contexto universitario, se estĆ” comenzando a revalorar al mĆ”s famoso sofista ProtĆ”goras y su cohorte hasta el contemporĆ”neo Toulmin, pasando por Feyerabend y Rorty. De este modo junto con los estilos sofistas estamos frente a los posmodernos alentando el relativismo, la posverdad y las fake news. Decir que los “procuradores del Estado para manejar el caso Odebrecht no estĆ”n calificados”, olvidando que fueron evaluados y pasados por el polĆgrafo y, renglĆ³n seguido, asegurar que “el procurador Jorge RamĆrez se encuentra inhabilitado en un tribunal deportivo” a sabiendas de su falsedad, es perversidad discursiva. Todo, henchido de charlatanerĆa que es mĆ”s peligrosa aĆŗn.
Hace algĆŗn tiempo quedĆ© estupefacto al leer el relato de un joven abogado que viajaba en el micro sentado junto a un predicador de una secta religiosa -leyendo la Biblia cristiana- a quien le dice, para iniciar una divertida conversaciĆ³n: “yo soy abogado y hago lo mismo que usted, es decir mi trabajo es como el suyo”.