Hoy en día se sabe que hay diferentes tipos de inteligencia (Howard Gardner) y diferentes estilos de aprendizaje (David Kolb).
Tenemos, por ejemplo, la inteligencia lingüístico-verbal que sobresalen por su habilidad para transmitir ideas con componentes persuasivos, emotivos y artísticos: encontramos a los oradores, políticos, escritores, novelistas, redactores, poetas, entre otros.
La inteligencia lógico-matemática, aquí hallamos a los que son hábiles para trabajar con números, realizar cálculos como los matemáticos, ingenieros, científicos, etc.
La inteligencia espacial donde sobresalen los arquitectos, diseñadores, fotógrafos, pilotos, directores de cine.
La inteligencia corporal-cinestésica, aquellos que poseen mucho equilibro, rapidez, coordinación ojo-mano y dominio físico, son muy conscientes de su cuerpo como los bailarines, los gimnastas, cirujanos, pintores, escultores y deportistas.
La inteligencia musical, que como su nombre lo indica, tienen la capacidad de componer obras musicales y a su vez poseen un oído muy privilegiado.
La inteligencia creativa, aquellos que son hábiles para visualizar, para crear, para innovar, son aquellas que siempre van un paso adelante: tenemos aquí a los inventores, innovadores, creativos, visionarios, productores, cineastas, etc.
La inteligencia interpersonal, que implica la habilidad para interactuar positiva y proactivamente con otras personas, poseen eso que es único y les permite llevarse bien e influir en los demás. Aquí se encuentran los líderes en general, los políticos, los líderes de opinión, los llamados gurús, los influencers, los creadores de contenido, etc.
Hay una frase que me gusta mucho que dice: No juzgues a un delfín por su capacidad para trepar árboles. Pero su talento para nadar y las acrobacias que puede hacer en el agua nos dejan impresionados. O para hacerlo más real, no podemos negar que García Márquez, Eric Clapton, Quentin Tarantino, Steve Jobs, Stephen Hawking, y Lionel Messi (por citar algunos ejemplos) son genios, pero cada cual en su talento o inteligencia específica.
Así un niño cuando descubre sus talentos (aquello en lo que naturalmente es bueno) y lo alentamos y ayudamos a desarrollar su potencial, será como un delfín en el agua que nos dejará impresionados, entusiasmados y conmovidos.
Que orgullo y felicidad para los padres ver que su hijo es reconocido por su maravilloso talento como fotógrafo, productor, músico, inventor, pintor, escultor, deportista de alto rendimiento, escritor, diseñador y sí, claro, como ingeniero, profesor, médico o abogado.
Debo mencionar que hay un tipo de inteligencia que debemos y podemos enseñar y potenciar: la inteligencia emocional, que es aquella habilidad para gestionar nuestras emociones y que nos permite, por un lado, sobreponernos a las dificultades y derrotas, superar las decepciones y circunstancias dolorosas (resilencia); y por el otro, ser empáticos, asertivos, sociables, atentos y trabajar en equipo.
No todos los niños tienen el mismo talento, pero sí son potencialmente sobresalientes en su propio talento. Nuestro deber como padres es ayudarles a descubrir su talento natural y encaminarlos hacia el éxito, pero por sobre todo hacia la felicidad.