El catálogo de historias interactivas se ha multiplicado en el streaming Netflix. Alrededor de una docena de títulos, entre los que destaca el filme experimental e interactivo “Black Mirror”, intitulado “Bandersnatch” (Slade, 2018), han significado una revolución, pues adapta al largometraje la narrativa del videojuego y el espectador tiene 10 segundos para decidir qué canción escuchar o qué cereales desayunar, cada vez que llegamos a un “choice point” (traducida como punto de decisión). Pero, ¿cuál es el futuro de esta manera de contar historias?
El storytelling, el arte contar historias de alto impacto, nos permite atrapar la atención del espectador, gracias a los puntos de giro que nos permiten una comunicación mucho más efectiva y vinculada a despertar pasiones. Los contadores de historias se han convertido en una especie de profesionales de la emoción. El contar historias en los próximos decenios va a cambiar todo lo que hasta hoy hemos visto.
Gracias a la inclusión de la inteligencia artificial, el storytelling podría responder a las emociones del espectador, mientras observa un filme en tiempo real, en una narrativa similar a la de los videojuegos. Las historias se terminarán “contando” solas.
Los algoritmos, los árboles de decisiones, el aprendizaje automático, prometen darle un nuevo estatus a la narratología, en donde la predictividad esté a la orden del día y la trama aprenda por sí misma para ser contada de una manera distinta. Y qué decir de los 200 finales alternativos que pudiera tener un audiovisual en una arquitectura de emociones que modelan la interacción multipantalla con varias trayectorias programables, incluso en entornos 360 grados.
La big data ya cuenta historias. El storytelling y la data biométrica obtenida por señales neurofisiológicas podrían brindar información sobre los caminos que las historias podrían desarrollar nuevos arcos narrativos aumentados y expansivos en salas inmersivas o lentes de realidad virtual, unidas al ciberespacio.
Las historias pueden cobrar vida y proyectarse a otros formatos como la realidad aumentada, la realidad virtual, historietas interactivas y convertir su narrativa audiovisual algorítmica en soportes transmedia, donde el relato aprenda de la interacción como experiencia multisensorial en diferentes medios.
Los soportes cada vez serán más inmersivos y los gráficos tridimensionales contarán con un hiperrealismo que confundirán nuestros sentidos y no sabremos que es realidad y que no lo es. Hackearemos las emociones del espectador, quien acabará viviendo en demasía lo que ocurre en la inmersión. El rol del espectador será, entonces, y solo entonces, el de un interactor inmerso dentro de la historia, con un sentimiento de control muy similar al «gamer» del videojuego.