El filósofo más importante del siglo XX peruano muere en la etapa de su vida más prometedora: el 6 de febrero de 1974. Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos donde se graduó de doctor en Filosofía y fue profesor de otros brillantes contemporáneos suyos como Víctor Li Carrillo. Fue vicepresidente de la Comisión de Reforma Educativa y Miembro del Consejo Superior de Educación en la época de mayor impacto de las ideas de cambio. Sus contribuciones fueron decisivas en el desarrollo del pensamiento filosófico y educacional peruano.
Su influencia y su legado están vigentes en la vida académica universitaria lejos de los favores políticos, felizmente animado por los lectores debido a sus ideas innovadoras en cada página de sus libros. Las sociedades que salen adelante requieren de esta impronta cuando las nuevas generaciones vuelven la mirada a su historia intelectual para rescatar los inputs impulsores. La sinergia de sus tesis está en su sentido contextual que “remite siempre al todo sistemático de la doctrina y la vida” convicción que supo mantener.
Es imperativo ir al rescate de su legado. Dirigió in pectore la organización y aporte de las subcomisiones, la redacción y finalmente la edición del Informe General de la Reforma de la Educación Peruana, publicado en octubre de 1970, más tarde conocido como el libro azul por el color de su portada. De los muchos datos que suelen olvidarse es útil recordar algunos como el profesor Hélan Jawosky fundador y primer director de DESCO quien se encargó darle forma gráfica al diseño del nuevo sistema educativo (p.58) luego de escuchar las pautas de Salazar.
Como se puede advertir se trata nada menos que del núcleo del nuevo sistema. La difusión del Informe tuvo alcance nacional mediante comisiones definidas para cada sede. La comisión de difusión designada para la ciudad de Trujillo la integró Jorge Bravo Bresani, Walter Peñaloza, Hugo Torres y el suscrito ampliamente reseñado en los diarios trujillanos (La Gaceta, La Industria, 20-23 de octubre de 1970). La selección de entrenadores para concretizar la puesta en marcha de la Reforma Educativa cuya responsabilidad recayó en el suscrito y se realizó el 23 del mismo mes con amplia participación magisterio.

Académico descollante, lideró la causa de la Reforma Educativa junto con personalidades que han contribuidos con las ciencias sociales peruanas. Su aporte está precedido por su excelencia en docencia e investigación. Postulaba las tesis que los cambios en educación deben estar acompañados de reformas sustanciales en la economía y la política como una actividad “inseparable del cambio profundo de la sociedad”. Para superar las deficiencias de las que adolecen los “niños y adultos de los grupos sociales marginados” como se pueden constatar hoy. Los “bajos niveles científicos que prevalecen tanto en los contenidos cuanto en los métodos de la educación ofrecida a la gran mayoría de educandos” respaldados por los datos y los hechos sostuvo que la educación primaria y secundaria trabajan para crear “candidatos forzosos a la universidad concebida como fábrica de profesionales”. (Leer Cuadernos No. 10 del del Consejo Nacional de la Universidad Peruana, setiembre 1972).
Sus tesis son parafraseadas sin rubor por burócratas temerosos e imitadores. Escribió sin rodeos que “se educa y debe educar siempre en el trabajo, por el trabajo y para el trabajo”. Criticó aquella “escuela como enclave cerrado” y postuló la educación inicial, básica y superior vigentes. Dialogaba con expertos internacionales en su idioma y con pleno cocimiento de cómo funciona la globalización en proceso.
Ya en 1972 señalaba la gran demanda a la universidad que apenas podía cubrir 30, 000 plazas que sin duda ha persistido. Postulaba lo que hasta hoy sigue siendo urgente: la necesidad de adecuar los estudios “a las demandas nacionales”. No era prédica desaforada y violentista afirmar que la educación “reformada tiene que ser un despertar del hombre peruano a la conciencia crítica de su situación, una eliminación sistemática de mitos enmascaradores y de factores ideológicos y de alienación”. Su crítica sincera, su ímpetu creativo y su acción práctica fustigadora del verbalismo discursivo es posible que haya asustado a los derechistas recalcitrantes.

Salazar Bondy tuvo entre tantos méritos el de vencer la apraxia e incorporar en su actividad intelectual la emoción y la pasión unidas a la investigación esmerada y paciente de docente universitario. Sus ponencias en congresos internacionales siempre cotejadas en encuentros con pensadores de las distintas universidades latinoamericanas y europeas. Las que a su vez siempre compartía con sus discípulos para quienes leía con empatía y elegancia “La plurivocidad de ´bueno´”.
Como Mario Bunge en Argentina, José Ortega y Gasset en España, Leopoldo Zea en México, Augusto Salazar desempeño en el Perú una importante labor epistemológica. Entre los que aportó a la docencia universitaria está su traducción estudio preliminar de la obra del filósofo francés Gastón Bachelard con quien estudió y de quien tradujo al español El nuevo espíritu científico. Su dominio de la epistemología lo alejó definitivamente de los diletantes puesto que era un académico comprometido con una filosofía actualizada y una ciencia acorde con su época.
Fue un filósofo comprometido con las ciencias, en especial con las ciencias sociales para salir del subdesarrollo. Lejos del expositor ligero, enseñaba y exponía lo que había escrito y estudiado de fuente primera con rigor y seriedad. Sus clases de filosofía eran vivo ejemplo de profesor que aporta material escrito y cotejado con los textos originales en griego, alemán, inglés y francés.
Analizaba en clase durante todo un año, que duraban sus lecciones, los fragmentos escogidos de El mito de las cavernas de Platón, Manuscritos de Económico-filosóficos de Marx, Lenguaje y error de Ryle y muchos otros que contagian el gusto por la lectura, la destreza para pensar y el ejercicio crítico indispensable en los estudios universitarios. No será tiempo perdido leer su texto Lecturas filosóficas.
Se dedicó con esmero al periodismo. Sus colaboraciones siempre atinadas estaban acompañadas de propuestas estimulantes. Sus múltiples textos escolares y universitarios van desde la Lógica hasta la Educación Cívica. En un artículo dedicado a los Estudios Generales que expuso en el Centro Federado de la Facultad de Ciencias en 1965 sostiene que consta de “1. Formación en los fundamentos de las ciencias matemáticas, naturales y humanas. 2. Integración de estos conocimientos… 3. Dominio de los instrumentos esenciales del pensamiento y la expresión, y de las técnicas y métodos del trabajo académico y científico. 4. Educación del gusto, …. Orientación del individuo y del grupo; …”.
No es necesario ser “especialista” internacional y burócrata de oficio para constatar que se ha avanzado nada. Somos un país desconectado de nuestro legado intelectual descuidándolo para ir presurosos detrás de los negocios y las comisiones. El copia-pega es el discurso de aquel “oráculo” nativo cuya influencia pontificial no trasciende las murallas de Lima.

El tábano incómodo. Nunca fue un profesor cansado, quejumbroso y descuidado, era un polemista dialéctico y realista. Escribió Bartolomé o de la dominación casi al final de su corta vida, un libro de argumento imaginario en forma de diálogo indiano entre personajes ficticios: Diego Gobernador y repartidor de indios, Bartolomé defensor de indios, Hatuey el Cacique de Guahabá, Ginés teólogo de la dominación y Micaela esposa de Hatuey. Como un grano de adelanto lea y escuche a Bartolomé cuando dice “En efecto, el oro es brújula que guía y también señuelo que pierde”. Fue probablemente uno de sus últimos libros entregado a Ciencia Nueva (Buenos Aires 1974) y Peisa (Lima, 1977).