Javier sabía que la muerte simplemente sucede al igual que la vida. Lo que él no supo es que tanto su vida como su muerte, entiéndase ambos como poesía, marcarían al Perú que está a orillas de cumplir 200 años. Heraud es el poeta del bicentenario: su palabra y su acción impiden pensar lo contrario.
A pesar de su corta edad fue muy culto, vivió enamorado del cine y vivió con intensidad, leía demasiada poesía española e inglesa, su tiempo lo invertía escribiendo y dibujando lo que serían las portadas de sus poemarios. El tiempo que Javier compartió con su escritorio lo empujó a lanzarse de lleno al terreno de la poesía.
Con 18 años, en 1960, dio vida en verso libre a "El río". En ese mismo calendario llegó "El viaje", que lo condujo a su encuentro con la inmortalidad. El nada generoso crítico literario José Miguel Oviedo reflexionó sobre ese encuentro: "En ‘El viaje' hay una lucidez conceptual, que está ausente en ‘El río'".
Para Oviedo, "Javier Heraud es la mejor esperanza que la poesía peruana tiene en las novísimas generaciones". Y la generación que ahora camina al bicentenario de la independencia descubre esperanzas en la poesía heraudina, la poesía de carne humana. Hoy, Heraud y los jóvenes entienden el llamado de Vallejo: "Hay, hermanos, muchísimo que hacer"
Su quehacer poético era veinticuatro siete. Como dice Adela Tarnawiecki, su musa, "a Javier la poesía lo dominaba, lo habitaba". En una entrevista con Mario Vargas Llosa, en París, Heraud expresó su necesidad de hacer una poesía narrativa, descriptiva y clara, que se enriquezca de muchas artes, pero que "pueda ser leída por todos [y todas]".
Según Cecilia Heraud, su hermano Javier "siempre pensó en la poesía como una herramienta de cambio, hablaba de la necesidad de culturizar, siempre lo decía desde muchachito". Y el legado del liróforo ha culturizado a muchachitas y muchachitos mediante estudios, conferencias, libros, exposiciones y películas hechas en su nombre.
Los dinosaurios rabiosos han pretendido censurar, en más de una ocasión, la vida y obra del poeta. Sin embargo, Heraud descansa y vive en paz sabiendo que las generaciones para las que él escribió jamás permitirán que los viejos lesbianos se salgan con la suya. ¡Qué gran regalo de cumpleaños los jóvenes le dieron a Javier!