Ojo por ojo: la verdadera historia del Grupo Colina (2003), de Umberto Jara Flores, es un reportaje de investigación que detalla los crímenes ordenados por las más altas instancias del gobierno de Alberto Fujimori en la lucha antiterrorista. Casi dos décadas después de su publicación, llega la quinta edición.
Según su autor, este libro no tuvo motivación política ni persiguió la condena judicial de sus actores. Muestra cómo Fujimori, su asesor Vladimiro Montesinos y la cúpula militar de la década de 1990, con el aval del Gobierno estadounidense, se enfrentó con métodos ilegales a Sendero Luminoso, que inició su lucha armada en 1980. Para la guerra de baja intensidad, llamada también guerra sucia, terrorismo de Estado o guerra clandestina, se creó el Grupo Colina, con miembros de las Fuerzas Armadas, que ejecutó acciones clandestinas, como los crímenes de Barrios Altos (3 de noviembre de 1991, quince personas asesinadas, incluido un niño de 8 años) y La Cantuta (18 de julio de 1992, asesinato de nueve estudiantes y un profesor universitario).
Denunciadas estas masacres, para librar a los integrantes del Grupo Colina de la degradación y confinarlos en la cárcel, en junio de 1995, el presidente Fujimori promulgó la Ley de Amnistía. Sin embargo, caída la dictadura, se revisó el caso nuevamente. Así, el mayor Santiago Martin Rivas (1957), líder del escuadrón de la muerte, fue requerido por la justicia. En estas circunstancias, desde la clandestinidad, se puso en contacto con el periodista Umberto Jara, exasesor de América Televisión.
«Yo no soy ese asesino que han dibujado, ustedes, los periodistas; soy un militar que peleó en una guerra y cumplió con su deber, ¿o usted cree que a la guerra se va a celebrar misa?», dice Martin Rivas, cansado de que los triunfos de la lucha contra el terrorismo se les atribuyeran a militares y políticos corruptos. Uno de sus superiores, el general Nicolás Hermoza Ríos, comandante general del Ejército de 1991 a 1998, que purga prisión por corrupción, secuestro y homicidio, declaró: «Pido perdón, admito que me apropié de dinero de las comisiones por la compra de armas» durante el régimen fujimorista. En 2002, gracias a diversas gestiones, el Estado peruano recuperó 21 millones de dólares de sus cuentas en bancos suizos.
Sobre Jara pesa la acusación de desprestigiar a los opositores de Fujimori, por órdenes de Montesinos, a quien visitó en el SIN, a través del programa Hora 20, de América Televisión, canal a cargo en esa época de José Enrique Crousillat, quien recibió casi dos millones de soles de Montesinos en una de las oficinas del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) a cambio de vender la línea editorial del medio de comunicación. Una muestra de ello es que en el citado programa se ridiculizó la tortura que sufrió, el 24 de mayo de 2000, el periodista Fabián Salazar para que revelara a sus informantes en temas que afectaban al gobierno.
Poco más de año y medio después de ordenarse su detención, en noviembre de 2002, Martin Rivas fue capturado en un departamento del distrito limeño de San Miguel. Era el hombre más buscado del país. Lo acompañaba Jara, quien quedó libre horas después. Para evitar las acusaciones fiscales y terminar su reportaje de investigación, el periodista se exilió en Buenos Aires.
Ojo por ojo salió a la venta en setiembre de 2003, mientras Fujimori residía en Tokio, donde en noviembre de 2000 renunció a la Presidencia de la República. Para sorpresa de muchos, el exdictador dejó Japón con el fin de volver al Perú para postular en las elecciones de 2006. En el trayecto, en noviembre de 2005, arribó a Santiago de Chile, donde fue detenido por requerimiento de la embajada peruana. Meses después, en setiembre de 2007, la justicia chilena aprobó la extradición por cinco casos de corrupción y por dos temas relacionados con la violación de los derechos humanos (lesa humanidad).
Para los juicios desarrollados en el Perú, los testimonios ofrecidos por Martin Rivas, en Ojo por ojo, fueron determinantes. Ello pese a que el exagente de Inteligencia negó las declaraciones que ofreció a Jara y afirmó que estas eran solo parte de un ensayo. En 2008, en calidad de testigo, el periodista aclaró las circunstancias en las que se reunió en más de veinte oportunidades con el jefe del grupo Colina. Además, entregó audios y videos de sus entrevistas. Meses más tarde, el 7 de abril de 2009, Fujimori fue condenado a 25 años de prisión por su responsabilidad en las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta.
«Este libro aspira a contribuir en la tarea de archivar esa equívoca convicción de que se puede combatir al terror con las armas del terror», explica Jara en el prólogo a la primera edición. Como es muy complicado hacerles entrar en razón a los terroristas, se sugiere atacarlos con agentes infiltrados, paciente análisis de documentos, prisiones rígidas y aisladas para los cabecillas. Así, en setiembre de 1992, el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), de la Policía, capturó a Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, que no pudo recomponerse tras su prisión.
Para evitar el surgimiento de otro grupo terrorista, sin que esto justifique los crímenes, debemos atender los reclamos sociales, acortar las brechas económicas, ofrecer más oportunidades a las mayorías. «La pobreza incuba la violencia hasta que un día explota brutalmente», dice Jara en 2007, en el prólogo a la segunda edición. El testimonio de Martin Rivas, el protagonista de las ejecuciones extrajudiciales, que purga condena de 25 años, es excepcional. Solo sus declaraciones elevan la importancia de este libro.
La investigación ofrece otros datos interesantes o poco conocidos. De adolescente, Alberto Fujimori repartía en una bicicleta ramos de flores del humilde negocio familiar. Antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 1990, Montesinos lo libró de una denuncia por defraudación tributaria, de haber comprado y vendido inmuebles subvaluando el precio a fin de evadir el pago de impuestos. Su obsesión por saber de su futuro lo llevaría a solicitar los servicios de Carmela Polo Loayza, conocida como Madame Carmelí, entre otros videntes. Durante su exilio en Tokio, alquiló un departamento cuyo valor era de 10 mil dólares mensuales, monto muy alejado de lo que recibía como presidente.
Por su parte, Montesinos, cuando era capitán, en 1976, fue expulsado del Ejército por traición a la patria, por entregar a Washington documentos secretos sobre el armamento adquirido por el Perú a la Unión Soviética para una posible guerra contra el Chile de Augusto Pinochet. Más tarde se desempeñó como taxista mientras estudiaba Derecho, luego como abogado de narcotraficantes y asesor informal de la Fiscalía de la Nación. Guarda gran admiración al siniestro J. Edgar Hoover, director de la CIA de 1924 a 1972. Además, algunos afirman que, antes de conocer a Fujimori, intentó ofrecer información al Fredemo, agrupación favorita en las encuestas para las elecciones presidenciales, datos que señalaban que este candidato era japonés. No le dieron importancia. Por último, antes de que cayera la dictadura, Fujimori le otorgó una indemnización de 15 millones de dólares.
Otro protagonista de entonces, Abimael Guzmán, fue abandonado por su madre. Tras estudiar Derecho y Filosofía, visitó China en 1965 y 1967, donde recibió una felicitación del propio líder comunista Mao Zedong.
También es interesante saber que el lugar de la masacre de Barrios Altos fue refugio de los terroristas que volaron un bus que trasladaba al batallón Húsares de Junín, en junio de 1989, que ocasionó la muerte de seis efectivos. Asimismo, los autores del atentado de julio de 1992 ocurrido en la calle Tarata, Miraflores, que dejó 25 fallecidos, se ocultaron en la Universidad La Cantuta. En mayo de 1992, hubo un asesinato selectivo de senderistas en el penal Canto Grande, en que se dejó vivo al cabecilla Osmán Morote por estar enfrentado con Abimael Guzmán. Además, llama la atención que uno de los terroristas arrepentidos, Luis Alberto Arana Franco, camarada Manuel, brindó información que posibilitó la ubicación de Abimael Guzmán. Volvamos a Martin Rivas. Este asegura que la guerra contra Ecuador de 1995 fue «un conflicto inventado» para que Fujimori ganara las elecciones.
Un militar cuya identidad se cita como El General ofrece información valiosa a Jara acerca del destacamento Colina. Este personaje nos recuerda a Garganta Profunda, informante que permitió la caída de Richard Nixon, presidente de Estados Unidos de 1969 a 1974.
En el epílogo, Jara considera que el poder político vive enemistado con el periodismo de investigación. «En los últimos años se ha extendido un accionar que comparten el poder político y el poder empresarial: controlar la información que difunden los medios de comunicación. Uno de los efectos de esta tendencia ha sido cancelar los espacios para la investigación periodística», afirma. En este contexto, según el autor, el rebelde quehacer del periodismo de investigación se ha ido trasladando a dos ventanas de libertad: la difusión en espacios de internet o la publicación en formato de libros. Ojo por ojo es un ejemplo de esto último.