Bastan apenas diez minutos frente a Chernobyl, la miniserie de HBO, para sentirse sucio, contaminado o radioactivo. No es muy frecuente que una obra audiovisual transmita con tanta rapidez la sensación de estar en un entorno enrarecido y sórdido. De hecho, mientras veÃa el primer capÃtulo, fue inevitable imaginarme envuelto en esa aura tóxica que impregna a toda la historia, hasta el punto de sentir cierta asfixia. No miento si digo que me planteé seriamente dejar de fumar.
Está muy presente en la ambientación sonora de la miniserie. Los detectores de radiación a punto de explotar, la lluvia intermitente,. Todo apunta a subrayar una atmósfera obscena y que en algún momento bordea la locura.
El tema principal de Chernobyl, no obstante, no es el suceso que todos ya conocemos, sino la mentira y su constante defensa por parte de los miembros de la ex Unión Soviética. En plena era de fake news, esta miniserie ha conseguido describirnos tomando un asunto histórico. ¿No es acaso nuestra sociedad el reino de los espejismos y de los múltiples relatos verosÃmiles y que nos impiden ver la Verdad (con mayúsculas)?
No hay un retrato más poderoso y sincero de esta sociedad nuestra que el construido por Craig Mazin, guionista con un dudoso pasado de pelÃculas de entretenimiento masivo y al que, sin embargo, a partir de ahora habrá que perdonarle todo. Y resulta paradójico y terrible que lo ocurrido el año en que nacÃ, 1986, mantenga una renovada y feroz vigencia. A saber: un mundo que no se aferra más a ninguna verdad y que se muestra cómodo y conforme con el relato de la historia oficial.
Tengo, sin embargo, algunos reparos. Nada es Breaking Bad (es decir, perfecto). A esta miniserie le resta mucho que todos los personajes se comuniquen en un perfecto inglés con acento británico y no en ruso, como debiera ser. Si bien cada uno de los detalles fueron bastante cuidados para otorgarle una estética propia de la época y propia también de una sociedad soviética, habrÃa sido ideal (por una cuestión de fidelidad) mantener el idioma original.
Y el final fue, en parte, el que merecÃa un gran drama como este. Y digo “en parte” porque las explicaciones posteriores, luego de que se apagara la voz en off del profesor Legásov, son de una sensiblerÃa repelente y que desdibuja la potencia del guion de ese formidable y último quinto capÃtulo.
Chernobyl ha puesto nuevamente sobre la mesa un asunto sumamente grave y que pudo convertirse en una catástrofe mundial, y esto, más allá del brillante tratamiento cinematográfico, es un mérito en sÃ. Esto basta para afirmar que verla es algo obligatorio.