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Este artículo es de hace 4 años

El Caballeros de los Mares y un presidente al que no importa respetar el día de su conmemoración

Grau se inmoló hace 140 años sabiendo desde el inicio que la guerra estaba perdida por culpa de la clase gobernante, que nos sorprendió entrampados y desarmados política y militarmente.
Antonio Castillo

Constituye una atrevida irreverencia pretender un paralelo entre nuestro singular héroe de la Guerra del Pacífico y el actual presidente de la República; sin embargo, las circunstancias de estos días y el controvertido proceder del segundo obligan a dejar sentadas algunas reflexiones.

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El Caballero de los Mares se inmoló hace 140 años sabiendo desde el inicio que la guerra estaba perdida, por culpa de la clase gobernante, que nos sorprendió entrampados y desarmados política y militarmente. El monitor Huáscar zarpó del Callao al estallar el conflicto en una suerte de audaz guerrilla marítima a enfrentar a un enemigo muy superior, atacándolo de sorpresa y desapareciendo de inmediato en alta mar; con una tripulación improvisada, llevando de alimento solo frijoles y pan duro, mal trajeados y descalzos, y el propio monitor averiado y mal artillado.

Pese a ello, logró poner en jaque a la escuadra enemiga por más de seis meses, logrando incluso desbloquear el Puerto de Iquique y poner en fuga al enemigo; hasta que, como sabemos, fue emboscado por seis buques chilenos en Punta de Angamos en donde, luego de encarnizado y desigual combate, solo quedó un trozo de pierna del señero cuerpo de nuestro inmortal héroe incrustado entre los restos destruidos de la torre de mando, luego de que un cañonazo enemigo lo partiera en mil pedazos. La dignidad de los combatientes, del pueblo peruano y de la patria quedó sellada en esa homérica epopeya marítima, que debe ser recordada por siglos enteros.

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Con toda razón se preguntaba don Manuel González Prada: “Sin Grau en la punta de Angamos, sin Bolognesi en el Morro de Arica ¿tendríamos derecho a llamarnos nación?”. Sin embargo, 140 años después, el presidente Martín Vizcarra, ha dejado inconstitucionalmente sin efecto la magna fecha de conmemoración nacional de esta página inmarcesible de nuestra historia, argumentando que “ya hemos descansado bastante” y que “celebraremos trabajando”. 

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No señor, el cautiverio sanitario, con sus secuelas incuantificables de ansiedad, depresión y enfermedades mentales derivadas, no constituyen descanso para nadie, ni se trata de una celebración. El razonamiento del presidente es el de nuestros mezquinos empresarios, en el sentido de que, si el trabajador formal no está en la fábrica u oficina, está ocioso en su casa. Para ellos no existen los valores patrios, la formación cívica, ni el ejemplo de los héroes sobre los que se forma culturalmente una sociedad. Que el Estado no tenga política de identidad nacional al respecto para aprovechar el feriado y movilizar cívicamente a la ciudadanía, a través de las redes y medios de comunicación con esos fines, es otra cosa. Por eso muchos jóvenes crecen sin paradigmas y solo terminan admirando a los maleantes del barrio.

La admiración de Vizcarra

La cosa se entiende mejor si recordamos que en la última entrevista brindada en Latina, el presidente Vizcarra refirió de manera más que complaciente, que Richard Cisneros, (a) “Swing”, el estrambótico ser causante de la más grave crisis política de los últimos tiempos, y de que diez funcionarios de su entorno palaciego estén padeciendo detención preliminar, le merece su “respeto” y que haya tomado su nombre y atribuciones es solo “parte de su personalidad”. No hay lugar a rechazo, condena ni desautorización de parte del presidente, sino todo lo contrario: tolerancia, permisividad, y al parecer, hasta miedo a ese vulgar personaje de sainete.

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Pues bien, si Richard Cisneros merece el respeto del presidente, ahora entendemos lo que significa la epopeya de Grau para él. Naturalmente que el pretexto es la crisis económica y que “hay que trabajar”, para lo cual cuenta con el sentimiento de aprobación de millones de trabajadores en la informalidad, para quienes no existen domingos ni feriados y que les parece justa la anulación del feriado. Es la conocida estrategia de enfrentar a los trabajadores entre sí, buscando igualar hacia abajo, vulnerando los derechos laborales porque los que tienen trabajo son “privilegiados”, cuando lo que se debe exigir es que se iguale hacia arriba. 

Si de sacrificios se trata, preguntamos solo a manera de ejemplo: ¿Dónde está el impuesto extraordinario a la riqueza (considerado necesario por Ángela Merkel y el propio FMI) que anunció el presidente al iniciar la pandemia, sobre todo, ahora que él mismo ha señalado que el 35 o 40% (es decir, más de 13 millones) de la población estaría infectada?

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¿O, es que, a diferencia de los meses de marzo, abril y mayo, donde se aprovechaba hasta los domingos y las festividades por el Día de la Madre para ordenar que nadie salga de casa, ahora que solo faltaría contagiarse al 60% de la población, se estaría buscando apuradamente la inmunidad de rebaño, haciendo que la gente salga a trabajar hasta en día feriado? Sería bueno que el presidente lo diga de una vez. Por lo pronto, ya sabemos que él admira a “Swing”, mientras nosotros seguiremos admirando a Grau.

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Esta es una columna
El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
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Antonio Castillo
Abogado y analista político. Exintegrante de la Procuraduría Anticorrupción del Perú y exasesor de la Universidad Nacional Mayor de San...
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