El cardenal Juan Luis Cipriani pidió ayer a la población a no dejarse manipular y yo sentí que algo malo le pasaba porque era como si estaría haciendo un pedido a sus oyentes a dejar de escucharlo por las ondas de RPP.
Lo seguí escuchando con atención y todo indicaba que estaba bien. Es más, me alegré cuando dijo que había una estrategia para cerrar el Congreso. "Bien, el cardenal se ha puesto al lado de la gente", dije. Pero mi alegría duró poco el cardenal volvió a lo mismo.
Volvió a defender a Keiko Fujimori, quien cumple una detención preliminar de 10 días en la prefectura. Entonces recordé que su sotana es naranja, que él y ella son muy amigos, muy cercanos en todo como Vizcarra y Villanueva, digamos.
Empezó Cipriani a decir cada barbaridad que me dieron ganas de cambiar de emisora, pero tuve miedo de encontrarme en otro dial con algún amigo de Camayo de modo que seguí escuchando al religioso que habla mucho de política.
"Yo pensaba que la justicia era algo que nos defendía, pero que no era un arma de ataque… Un día te tocan el timbre y te dicen acompáñeme que aquí hay un juez y un fiscal que dicen que usted vaya a tomar el sol en la carceleta…", dijo.
¿Por qué no le parece bien la decisión del juez Richard Concepción Carhuancho, el trabajo investigativo del fiscal José Domingo Pérez Gómez?
Cipriani parecía en momentos un congresista keikista más, pero de pronto me animó a seguir escuchándolo.
Dijo: Lo que queremos es paz social, justicia social, queremos bienestar para la gente, y luego empezó a hablar como Keiko cuando criticaba las reformas de Vizcarra: "Queremos mejor atención en los hospitales, mejores pistas que están todas rotas, queremos de alguna manera, sin tanta manipulación política, los problemas diarios se enfrenten".
Keiko sí tiene quien lo defienda y es un cardenal, muy querido por pocos. Uno de ellos es AG. Cuando habla de política es cuando peca más.