Keiko Fujimori incursionó en la política a los 19 años cuando su padre que acaba de morir la nombró sucesora de su madre Susana Higuchi como primera dama de la dictadura.
Keiko se alejó de su madre pese a que ella denunció haber sido víctima de torturas por agentes de inteligencia de la época que cumplían órdenes del dictador por haber ventilado que Fujimori y sus hermanos hacían mal uso de donaciones de Japón y los Estados Unidos.
Desde aquel tiempo, Keiko empezó a hacer política y ahora es la lideresa absoluta de todo lo que significa el fujimorismo, que hace unos años se había escindido en keikistas y albertistas.
Ahora se abre una nueva etapa para Keiko quien, en el 2006, fue elegida con gran votación congresista de república de Alianza por el Futuro cuyo cargo desaprovechó por constantes inasistencias y un pobre aporte legislativo.
Cinco años después de haber sido elegida parlamentaria, postuló por primera vez a la presidencia de la república en las filas de Fuerza 2011 y perdió en segunda vuelta ante Ollanta Humala de Gana Perú. Ya era entonces una política con cierta experiencia y es muy probable que creía que iba a ser presidenta del Perú en las próximas elecciones por el poco margen que perdió ante Humala.
Sin embargo, fue derrotada en las elecciones del 2016, también en segunda vuelta, por un banquero criollo, negociante por lo bajo, conocido en el mundo de los enjuagues como PPK. Fue entonces que vimos hasta dónde puede llegar Keiko. Con 73 congresistas, obstruyó con tal agresión la gestión de PPK que el gringo tuvo que renunciar en medio denuncias de todo tipo.
Con 73 congresistas, Keiko pudo haber demostrado que sabe hacer cosas buenas para el país, pero perdió su oportunidad otra vez. Mostró su poder para beneficiar solo a su grupo y demostró que es capaz de cualquier cosa.
En el 2021, también perdió en la segunda vuelta y contra el candidato menos dotado, menos talentoso, menos preparado de las elecciones del bicentenario. Keiko volvió colérica a la obstrucción sin freno y sacó rápidamente del gobierno a un débil Pedro Castillo y puso en Palacio de Gobierno a Dina Boluarte, quien es apenas un títere del fujimorismo y sus satélites que lucha por quedarse hasta el 2026 porque si deja de ser mandataria le espera la cárcel.
Ahora Keiko se ha quedado como lideresa absoluta del partido naranja. No hay nadie que le haga sombra en ese sector político, porque Kenji está más perdido que Jorge del Castillo en el velorio de Fujimori.
Ella sabe que no será fácil ganar las elecciones del 2026 por las buenas; por esto, está tomando todos los poderes del Estado con malas artes para ganar las elecciones cueste lo que cueste antes de que se le adelante una condena por el caso Cocteles.