Keiko Fujimori enmarrocada y ocultando su vergüenza en las manos con harapos, triste y derrotada, a pesar de una carta y las arengas de su bancada que más parecen frases sentidas de velorio. Ha sido en un momento clave: Antonio Camayo salió del penal para confesar todos los pasos de los "Cuellos Blancos del Puerto".
Un día después, el juez Carhuancho, a pedido del fiscal José Domingo Pérez, ordena detención preliminar de 10 días, cuando Keiko y su esposo, Mark Vito, acudían a una citación por el caso de los Cócteles. La bancada fujimorista, ante la misma orden del juez, pero con Ollanta Humala y Nadine Heredia, puso a Carhuancho de Héroe Nacional. Ahora, con su líder encerrada en la Prefectura, vociferan "juez cobarde", "inconstitucional", "decisión arbitraria", y hasta vaticinan un golpe de Estado.
Los fujimoristas han perdido la cordura. La voluminosa justificación del juez Carhuancho está corroborada con nuevas pruebas, del nexo Jaime Yoshiyama con Jorge Barata, en la ruta del dinero para la campaña fujimorista de Keiko Fujimori, en el 2011, desde Odebrecht. En dicho documento, señala que la ahora ya sabida Señora K (por confesión de Antonio Camayo) tiene un domicilio alquilado y que tiene posibles rutas de escape, una en Estados Unidos, y otra, en Japón, donde tiene nacionalidad y fácilmente podría esquivar la justicia peruana – ya había faltado a una citación.
Para muestra solo un botón, Yoshiyama, otro buscado, salió del país el pasado día de las elecciones. Los días de encierro de Keiko Fujimori, según Nakazaki, el exabogado de Fujimori, probablemente se extienda a la prisión preventiva. Celebraría la navidad tras las rejas. La justicia tarda, pero llega.