Ha concluido una semana tupida de hechos notorios. La resolución de la Corte Suprema de Justicia que anula el irregular indulto del expresidente Alberto Fujimori y ordena su retorno a la cárcel ha suscitado una ola de comentarios de todo tipo. Sus defensores de siempre lo han hecho nuevamente recurriendo a falacias muy socorridas como aquellas que apelan a la misericordia, a la autoridad, a la ambigüedad y por supuesto al miedo. "Ha sido un acto de venganza" dicen y de inmediato el irregularmente indultado vuelve a la clínica y exclama que no quiere volver a la cárcel. ¿Cumplió con honrar la reparación civil? No. ¿Tuvo la valentía de pedir perdón? No.
El país entero fue testigo de que el indulto se realizó como parte de una torpe negociación entre el expresidente Pedro Pablo Kuczynski y los "Avengers" de Kenji Fujimori, con calculado disgusto de Keiko Fujimori. Un arreglo rupestre donde el congresista puneño Moisés Mamani le "vende la Plaza de Armas de Lima" al ministro Guido Giuffra, quien se ha hecho popular por definir lacónicamente el quid de aquel negocio: "tú ya sabes cómo es la nuez".
Visto desde una cultura jurídica elemental, el indulto se hizo falseando la verdad de los hechos, soslayando el debido proceso y de manera ilegal. Sin tener en cuenta en ningún momento que se trata de una condena por "crímenes contra la humanidad". Ignorando deliberadamente con toda desfachatez el dolor y sufrimiento de los deudos de las víctimas.
A la Corte Suprema no le quedó otro camino que cumplir con la ley y resolver de modo inequívoco: "GÍRESE las órdenes de ubicación y captura contra el sentenciado ALBERTO FUJIMORI FUJIMORI o KENYA FUJIMORI, a fin de que sea reingresado al establecimiento penitenciario que designe la autoridad penitenciaria". La resolución es objetiva, no es venganza, consiste en el escrupuloso cumplimiento de la ley.
A diferencia de los fujimoristas y sus familiares, los deudos de las víctimas de la Cantuta y Barrios Altos, con su dolor a cuestas durante tantos años y con la mirada puesta en la defensa persistente de sus derechos, están mostrando resiliencia sin escándalos, dando testimonio de que los derechos humanos deben defenderse. Y no es difícil entender que la lucha por la defensa de los derechos es parte de la lucha por la democracia y la igualdad. Inseparable de la educación cívica y moral.
No es todo, están hoy en curso otros movimientos para burlar el cerco de la ley. Los protagonistas de este enojoso problema están acuciados entre la sensatez de guardar las formas y el viejo estilo de otro arreglo politiquero. Se están moviendo presurosos en busca de una salida "legal". Y no hace falta ser zahorí para "ver" que en esta ocasión ya están pensado, con cierto disfuerzo, en los deudos de las víctimas. Nunca es tarde cuando se tiene propósitos de enmienda.
Desde la calle, dese la mirada de la gente, se ve claro que los nudos gordianos están entre el Congreso, la Fiscalía, el Ministerio Público, el Palacio de Gobierno y en las elecciones de hoy. Que cada uno haga lo que debe de hacer y basta.