“Mátala, mátala, mátala, mátala. No tiene corazón, mala mujer”. Así dice el coro de una de las canciones más conocidas que interpreta Zaperoko, una orquesta de salsa que en los últimos días estuvo en el ojo de la tormenta tras volver a poner sobre el tapete la cruda realidad que afronta diariamente la comunidad LGBTIQ en el Perú.
Juan Carlos Paz Lobatón, animador de la agrupación, se burló y humilló públicamente a Antonio Gálvez, un joven de 21 años, en el aeropuerto de Lima. ¿El “delito”? Ser gay y no tener miedo de mostrarse.
Tras la polémica generada, la orquesta decidió desvincular a Paz, motivados realmente por la presión social. Me rehúso siquiera a creer que tomaron conciencia de la magnitud del daño ocasionado porque su “sanción ejemplar” duró apenas días: el animador fue reincorporado a sus labores este miércoles.
Ya quisiera que la discriminación haya sido lo peor en esta historia pero lamentablemente no es así. El caso visibilizó también tristes argumentos con los que la orquesta intentó defenderse. Argumentos que seguramente usted ha utilizado en algún momento.
“No somos homofóbicos porque tenemos muchos amigos y familiares gays”. ¿En serio? Miren que yo no tengo problema con la salsa; de hecho, muchos amigos la bailan, pero no es música y no tendría que existir ni mucho menos sonar en las radios. Es estúpido, ¿cierto? Sí, tan estúpido como esa defensa.
“Lamentablemente las personas no conocen a Juan Carlos”. Ajá. O sea, como no lo conocemos, ante cualquier burla que provenga de su persona, tenemos que pensar siempre que es con buena intención. No importa si hirió a alguien, ¿ok?
“Yo no lo hice sabiendo que él era gay”. Esto es muy fuerte. ¿Qué tiene que ver si el joven era gay o no? Nadie tiene por qué burlarse de nadie. Pero peor aún, ¿por qué las personas LGTBIQ tienen que seguir siendo objeto de burla? ¿Qué hay de gracioso en todo esto? Que me cuenten el chiste porque capaz yo de torpe no me di cuenta.
Claro que hay más frases pero lamentablemente no entran todas en una columna.
Basta ya de minimizar y normalizar la homofobia. Basta ya de avalar la violencia y las muertes en torno a las personas gays, bisexuales, lesbianas y transexuales. Basta ya de tratarlos como de segunda categoría. Basta ya de exponer a nuestros niños a sufrimientos no merecidos por el simple hecho de sentirse “diferentes”. Pero sobre todo, basta ya de callar.
Por: Alejandro Alba