Quieras o no, el fútbol es también un asunto social. El simple hecho de que millones de personas se enganchen al televisor, exploten de alegría o derramen lágrimas por un resultado de este deporte merece la mayor atención. Ya se sabe, un pueblo sin victorias deportivas no es feliz.
Tan importante es el fútbol que el dictador argentino Jorge Rafael Videla, en busca del respaldo del pueblo, hizo lo imposible por obtener el título mundial de 1978 en el torneo disputado en su país. Tampoco es un dato menor que a la FIFA pertenezcan 211 federaciones, 18 países más que a las Naciones Unidas. Pan y circo, dirían algunos.
Otra muestra de su influencia es que en apenas 20 segundos el portugués Cristiano Ronaldo hizo perder a Coca-Cola casi 4.000 millones de dólares de valor en la Bolsa. Solo por retirar, en una conferencia de prensa, dos botellas de esta popular gaseosa, mostrar una de agua y decir que la prefiere ante la bebida estadounidense.
¿Pero qué me desagrada de este deporte? Algunas injusticias me duelen. Así, creo que Argentina no mereció ganar una sola copa del mundo. La del 78 tuvo un partido arreglado (contra el Perú) que le facilitó avanzar. En la del 86, en los cuartos de final, no le cobraron mano a Diego Maradona en el primer gol. Considero también que Zinedine Zidane, quien obtuvo más laureles que el Pelusa, nunca debió ser expulsado en la final de 2006. Antes, el italiano Marco Materazzi debió ser echado de la cancha por su grueso insulto a Zizou.
Me enoja, asimismo, ver encuentros de la Libertadores o de la Liga de Campeones con casi la totalidad de comentaristas argentinos. ¿Por qué no incluyen en las cadenas de televisión a colombianos, mexicanos o peruanos? ¿Porque somos un satélite de Buenos Aires? Así, no importa si Gremio jugó mejor. Para los platenses, la noticia es que Boca fue eliminado, si hay un encuentro entre estos dos equipos con predominio brasileño.
Por otro lado, a veces siento que pierdo el tiempo miserablemente en partidos de fútbol soporíferos, algo que no suele suceder en un encuentro decisivo de tenis o básquetbol. En su intento de crear la Superliga Europea, Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, apuntó: «El fútbol está en un momento crítico. Ha perdido interés, sobre todo entre los jóvenes de entre 16 y 24 años. Hay muchos partidos de escasa calidad». Para ello, en 2021, propuso de manera fallida un torneo solo de equipos muy populares.
Quizá sea mejor que en el balompié, después de 5 minutos sin disparar al arco, se pierda la posesión de la pelota o se reduzca cada tiempo de juego de 45 a 30 minutos. Así como se mejoró en ofensiva al determinar tres puntos por victoria, y no dos, tal vez sea mejor que en un encuentro el local empiece perdiendo 1 a 0, pues es claro que hay siempre ventaja en jugar en cancha propia (siempre que haya público, claro).
Me desagrada también ver a muchos periodistas que en su afán por llamar la atención eleven por los aires a un jugador que tuvo una buena tarde. «Siempre está cuando se le necesita» o «Aparece siempre en partidos importantes», aseguran. ¿Siempre? De ser así, este futbolista marcaría en cada encuentro y no hay quien lo haga. Ni Lionel Messi ni Cristiano Ronaldo. Solo si observamos las veces en que el portugués fue eliminado de 2018 a 2021, tenemos: mundial 2018 (en octavos ante Uruguay), Champions 2018-2019 (en cuartos, ante Ajax), Champions 2019-2020 (en octavos, ante Lyon), Champions 2020-2021 (en octavos, ante Porto) y Euro 2021 (en octavos, ante Bélgica).
Asimismo, me producen rechazo los periódicos deportivos, mal escritos casi todos, que ilusionan al sufrido hincha local. [La situación natural del fútbol peruano es estar solo delante de Bolivia y Venezuela, al nivel de Ecuador, que —a diferencia de nosotros— tiene un club vencedor de la Libertadores, aunque nunca ha ganado la Copa América]. En vacaciones, inventan fichajes, difunden rumores falsos, venden humo. En tiempos de torneo, se fijan más en los equipos populares que en los que lideran la tabla. No quiero ahondar en la pobre calidad intelectual de la gran mayoría de los comentaristas. Algunos de ellos no hacen otra cosa que elevar la voz sin ideas.
Además, los jugadores no suelen ofrecer respuestas brillantes. «El fútbol es como el ajedrez, pero sin dados», declaró, por ejemplo, el delantero alemán Lukas Podolski en 2008. Previo a un encuentro de la Copa América de 2015, el ariete uruguayo Edinson Cavani afirmó: «Como todo equipo africano, Jamaica es difícil por su velocidad y su fuerza». ¿Qué se le puede pedir a estos astros fuera de las canchas? En una entrevista concedida al diario italiano Corriere della Sera, en 2013, Messi reconoció que en su vida solo había leído un libro: la autobiografía de Diego Armando Maradona.
Me fastidian, asimismo, los clubes que incumplen sus deudas con el Estado sin ser embargados. También los aficionados que van a los estadios a cometer vandalismo, la utilización política de este deporte, la excesiva importancia que le dan muchos al balompié, los partidos amañados, la corrupción en las federaciones, la imitación del modo de hablar de los argentinos de los periodistas locales, la rotundidad de los comentarios. El fútbol es una pelota de muchos colores, pero tiene también tonos grises.