Este artículo es de hace 1 año

López Aliaga: Frankenstein político

Lima expresa bien la tragedia moral que vive el Perú, y no porque haya elegido virtualmente a un político de extrema derecha como alcalde de la ciudad (ya que esto es parte del natural juego democrático), sino porque ha escogido al más truculento de la fauna política de los últimos tiempos que nos ha tocado vivir.

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“El Perú es Lima,…” empezaba diciendo en inmortal frase nuestro querido poeta, escritor y periodista iqueño, don Abraham Valdelomar; sin embargo, creo que lo más preciso en estos días sería decir que el Perú no solo es Lima, pero que Lima expresa bien la tragedia moral que vive el Perú, y no porque haya elegido virtualmente a un político de extrema derecha como  alcalde de la ciudad (ya que esto es parte del natural juego democrático), sino porque ha escogido al más truculento de la fauna política de los últimos tiempos que nos ha tocado vivir.

En una suerte de asombroso masoquismo electoral Lima ha elegido a Rafael López Aliaga, pese a que este ha demostrado con sus propias palabras el desprecio que le inspiran los sectores marginados de la ciudad, como cuando sádicamente exigía que el BCR haga subir el dólar a 6 soles “para que lo sientan los más pobres”, o se burlaba sardónicamente de la angustia humana diciendo “si te quieres matar, búscate un edifico y te tiras”; o del dolor físico y moral de las mujeres víctimas de violación, con eso de llevarlas a un “hotel cinco estrellas”. Ni qué decir también de sus protervos llamados a ensangrentar el país, así como de su descarado acto de instigación al magnicidio, cuando arengaba a “dar muerte a Castillo” en plena plaza pública.

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Como si no tuviéramos suficiente con la plaga de gobiernos, alcaldes y funcionarios corruptos que han depredado el erario nacional en los últimos cuarenta años; con la actual proliferación en nuestras calles de asaltantes, sicarios, extorsionadores, violadores y toda clase de hampones que ya campean en la ciudad; ahora Lima ha elegido a quien carece de toda sensibilidad y escrúpulo ante el dolor humano, y al que la prestigiosa psicoterapeuta Carmen Gonzales ha definido como un “psicópata”, “mentiroso”, “desalmado” y “fanático religioso”, en reciente entrevista en IDL-Radio; haciendo recordar, a la vez, que anteriormente López Aliaga agredió a Juliana Oxenford diciéndole “ignorante de porquería”, y difamó a Mónica Delta, refiriendo que ella tenía “fotos con Vizcarra”.

A ese nivel de bajeza sin nombre llega este personaje al que Lima ha elegido como su alcalde para los próximos cuatro años; lo cual significa que algo muy grave está pasando en la autoestima, el alma y la condición moral de nuestros habitantes. Es triste ver que muchos han creído candorosamente eso de que la ciudad capital será convertida en “potencia mundial”, que los cerros tendrán piscinas y la comida aparecerá con solo “apretar un botón”.

Es evidente que han sido promesas inspiradas en la rumoreada dipsomanía del virtual burgomaestre. Lo que los pobladores de Lima verán ahora es la potencia y el banquete de los negocios de López Aliaga, donde sus empresas y las de sus allegados harán su agosto durante estos cuatro años. Solo recuerden, a manera de pequeño botón de muestra que, durante la pandemia, López aprovechó el pánico y le sacó 25 millones de soles al Estado peruano para sus boyantes negocios empresariales, valiéndose del programa Reactiva Perú (mientras cínicamente calificaba de “comunista” a la entrega de bonos alimentarios a los más humildes, que hacía Martín Vizcarra).

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Y lo que también es seguro, porque así lo ha declarado ante el primer flash de boca de urna, que lo prioritario de su gestión será “sacar al burro”. En otras palabras, la Municipalidad de Lima será convertida en bastión presupuestal, logístico y mediático de la vacancia, lo cual incluye actos de instigación a dar muerte al mandatario, como ya hemos visto; y sin olvidar las vinculaciones de López con Jota Maelo, uno de los cabecillas del grupo neofascista “La Resistencia”. De modo que tiempos violentos y convulsionados se avecinan para nuestra ciudad capital.

Pero, creo que es un deber político e intelectual señalar también que los responsables de esto, que ya parece un trágico suicido cívico, no son solo los ciudadanos que han elegido al inescrupuloso personaje, sino también los partidos que, por oposición natural, están llamados a mostrarse como alternativa política. Nos estamos refiriendo a los partidos de centro e izquierda, que demostraron su incapacidad supina de articular candidaturas sólidas y convincentes ante el electorado y, particularmente, a la izquierda moderada y a la radical de Perú Libre.

La primera brilló por su ausencia, y es que en los últimos diez años este sector de la izquierda ha renunciado a representar a las mayorías, para jactarse de ejercer la representación de las minorías. Obviamente que así no se logra cuajar candidatura solvente alguna (entiéndalo de una vez), y mucho menos ganar ninguna elección, como le ha sucedido en los últimos años en que ha venido padeciendo derrota tras derrota.

En cuanto a Perú Libre, si es que algo queda de este partido, el penoso 1.4% obtenido en esta elecciones municipales y regionales, después de los 8 millones de votos con que logró ganar las elecciones presidenciales, habla por sí mismo de la nefasta conducción partidaria de Vladimir Cerrón, que en julio del año pasado se sentía el pensamiento guía y la quinta espada ideológica de la izquierda nacional, por lo que, creyéndose el poder tras el trono, hizo lo que le dio la gana, poniendo en el premierato y el gabinete, así como en la estructura orgánica de los ministerios, a quien mayor sumisión  le mostraba; sacando del gobierno a punta de chaveteros codazos y alevosas intrigas al resto de la izquierda que le ayudó a ganar en segunda vuelta, aduciendo sectariamente que su partido era el que había “ganado las elecciones”.

En su insoportable oportunismo, soberbia y oscuros propósitos personales no dudó en aliarse con el fujimorismo para poner a los magistrados que le parecía en el Tribunal Constitucional, con el cuento de combatir a la “izquierda caviar”, porque eran su “enemigo principal”. A todo ello se suman los inocultables indicios de corrupción en el entorno de Pedro Castillo. Allí están los resultados: ningún gobierno regional ni municipal obtenido a nivel nacional, debacle total que a toda la izquierda le costará mucho tiempo en reponerse.

Mientras tanto, la población debe jugar su propio partido en su indesmayable lucha por la democracia, la representación popular y la justicia social, al margen de la “mismocracia partidaria” de Lima. El ejemplo lo vienen dando las provincias y el interior del país, en que los movimientos regionales son los que en su mayoría vienen logrando valiosos espacios de representación, porque los partidos tradicionales solo tienen su bastión en Lima, y en provincias la gente ya no cree en ellos. Así se explica que, mientras en esta llamada Ciudad de los Reyes se haya elegido a un tenebroso Frankenstein político como alcalde, en la cumbre de los Andes brille un sol esplendoroso y de tibia esperanza en cada amanecer.

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Esta es una columna
El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
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Antonio Castillo Colaborador de EL PERFIL
Abogado y analista político. Exintegrante de la Procuraduría Anticorrupción del Perú y exasesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, entre otros cargos públicos.
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