No se confunda. Hoy no se celebra el Día del Trabajo, sino el Día Internacional de los Trabajadores. Parece lo mismo, pero no es así. Es un día de protesta y de recuerdo de los mártires de Chicago, sindicalistas que fueron ejecutados por participar en las jornadas de lucha por las ocho horas, brega que empezó el 1 de mayo 1886 en los Estados Unidos.
Muchos años después, el virus con corona desnuda en estos tiempos las estructuras y evidencia que millones de trabajadores y trabajadoras no gozan de los derechos conquistados y que hay un minúsculo grupo de multimillonarios que maneja y disfruta de casi todos los bienes y las riquezas del mundo. Este mundo es tan desigual como Alemania y Haití.
El bicho invisible nos deja ver: miles de trabajadores despedidos en las urbes; miles de trabajadores provincianos tratando de regresar a la sierra en busca de comida; trabajadores independientes informales desesperados; miles de obreros de construcción civil sin bonos de ningún tipo; miles de trabajadores estirando los ahorros; miles alzando la bulla de la cacerola; miles de trabajadores en los barrios pobres pidiendo limosna.
El virus mata y golpea más a los trabajadores y los ricos no quieren compartir y están tranquilos porque los políticos los protegen. Así ha sido siempre y todo indica que, cuando pase la emergencia, vendrá un remezón en la economía tan fuerte que perjudicará más a los que se ganan la vida con la fuerza de sus manos.
Sin virus a la vista los trabajadores sindicalizados eran despedidos de inmediato; a los trabajadores se les ofrecía horarios brutales y pagas miserables; los derechos eran cosas del pasado. No hay cambio bueno que se acerca.
Lo que pasa es que la economía sigue siendo el mismo error de siempre. Hacia 1928, José Carlos Mariátegui diagnosticaba: "La economía del Perú es una economía colonial. Su movimiento, su desarrollo, están subordinados a los intereses y a las necesidades de los mercados de Londres y Nueva York. Estos mercados miran en el Perú un depósito de materias primas y una plaza para sus manufacturas".
Casi 100 años después, a este diagnóstico realista, hay que agregar China y otros países y ya. Todo sigue igual. El modelo es para engordar al que no quiere compartir.
Los que quieren un país distinto, los que sueñan con un país como Nueva Zelanda saben que se necesitan cambios urgentes. Pero los seguidores Trump se hacen los Bolsonaros y actúan como De Belaunde o la ministra de Economía.
La emergencia puede servir para hacer cambios reales que favorezcan a todos. Pero Vizcarra hace lo que puede y tienen tantos enemigos dentro de su equipo que no podrá dar pasos agigantados. Sin embargo, la organización, la unidad por los cambios siempre es bueno. Hay que pensar en un futuro mejor. La receta es: optimismo y lucha. Feliz Día Internacional de los Trabajadores.