Lamentable pérdida cultural para la humanidad en plena Semana Santa. Tomó casi 200 años en construirla, a partir de 1163, y fue dedicada a María, madre de Jesucristo.
Es un monumento del arte gótico y el emblema católico de la capital de Francia. Allí coronaron a Enrique IV, como emperador a Napoleón, y beatificaron a Juana de Arco.
Fue también el escenario que inspiró la romántica historia creada por Víctor Hugo, en su novela “Nuestra Señora de París”, en la que disfrutamos de la tierna y sacrificada gitanilla Esmeralda, de tan solo 16 añitos de edad (víctima del abuso y oscurantismo de la época), y del heroico amor de Quasimodo, quien la amó hasta morir abrazado al cadáver de ella.
La desdichada Esmeralda fue víctima del acoso pérfido del libidinoso y degradante monje Claudio Frollo, que no tuvo escrúpulos en propiciar que se le acuse de intento de homicidio, ante el despecho de no ser correspondido. La persecución desatada contra ella propició que Quasimodo la arrebate de los verdugos que iban a ejecutarla, refugiándola en la Catedral de Notre Dame, que hoy ardió bajo las llamas, invocando a viva voz el sagrado derecho de asilo, donde le dio protección, hasta que el mismo Frollo pudo hacer que la acusen de brujería, logrando cobardemente que la ejecuten en las puertas de la Catedral; luego de lo cual el noble jorobado abrazó su cadáver en la sepultura uniéndose a ella hasta que años después solo pudieron desprender su esqueleto convertido en polvo.
Los niños y jóvenes disfrutaron de esta casi leyenda en los últimos años a través de la encantadora película de Disney “El jorobado de Notre Dame”.
Larga historia de este monumento arquitectónico de la humanidad que se pierde entre las leyendas del Medioevo, la literatura romántica, el arte, y hoy entre las llamaradas del fuego que la han consumido (como no pudo hacerlo la ira de los revolucionarios franceses del SXVIII, al asociarla con el poder monárquico), recibía más de 20 millones de turistas al año y era el orgullo de París y la bendición del Sena.
Esperemos que se haya logrado salvar todas las obras de arte que allí se guardaban, y no se pierdan como la aguja central del monumento que hoy ha caído en medio del humo negro; negro cual la pena que hoy nos agobia. París está de duelo, y nosotros también.