Han pasado tres décadas desde el inicio de las exageraciones que acompañaban a los cambios digitales y su beneficioso impacto en la sociedad. Decayeron los derechos de autor, los libros en soporte de papel mermaron en ventas y se impulsaron las revistas digitales indexadas con artículos al galope apoyados en el número de citas bajo el lema “publicar o perecer”.
Provoca una hipótesis plausible: incremento de artículos irrelevantes escritos por sabios que se citan a sí mismos y a otros que también incurren en lo mismo. Es verificable.
Sirva lo anterior para hacer una brevísima recensión de El cerebro y la mente humana. Cómo son y cómo funcionan (Ariel, 2023, 251 pp.) del neurocientífico Ignacio Morgado profesor emérito de la Universidad de Barcelona y autor de Fábrica de ilusiones (2015), Emociones corrosivas (2017) y muchos otros. Aclaran conceptos clave para ingresar al mundo del pensamiento y la acción en el proceso de la educación.
Conformado por 23 partes, un epílogo y un vocabulario que en conjunto hacen una sinfonía escrita para ser leída y disfrutada sin dejar de tomar nota, cuando se pueda, para alentar las tareas cuotidianas de padres y maestros. Quizá sirva más a la segunda tarea porque el ejercicio de la docencia obliga a dosificar y graduar el aprendizaje pensando siempre en el aprender haciendo sin dejar de dialogar justo en momentos de interferencias nociva de los celulares.
El comienzo está en el órgano humano más complejo del universo conocido: el cerebro, con 85 000 millones de neuronas cuya primera función es controlar el funcionamiento ordinario del cuerpo y la homeostasis o el estado fisiológico normal. Y sobre todo su misión extraordinaria es crear la mente, así como sus procesos y en consecuencia controlar el comportamiento. Somos de este modo nuestro cerebro y la mente que es capaz de crear.
El conocimiento humano tardó en desentrañar la importancia del cerebro y cabe mencionar a Donald Hebb y más adelante llegarán los descubren que la mente no es sino la colección dinámica del cerebro en una intricada red de funciones. Así la consciencia no es sino el estado de la mente.

Aquí tiene un papel las neuronas conformadas por células de diferentes tamaños con muchísimas ramificaciones llamadas dendritas que producen de modo explosivo muchas otras ramificaciones donde la de mayor prolongación se llama axón. Las neuronas requieren sustancias químicas activas llamadas neurotransmisores como la serotonina. Todo, conformando el sistema nervioso.
El ser humano tiene un cerebro ubicado y definido en sentido somático con funciones complejas como el tacto que permite saber qué tocamos aún sin verlo. El dolor que nos avisa del daño. Con el olfato que dicho sea de paso fueron los primeros en aparecer en los seres vivos y es el epitelio olfativo como parche de un centímetro cuadrado ubicado en la mucosa nasal que si se asocia al gusto es alentador, son células que tiene poca vida y se renueva cada diez días.
Con el bipedismo los ojos y oídos se alzaron y nos convertimos en seres profundamente visuales porque la luz no existe fuera de nosotros pues igual que los colores fueron creados. Los ojos son las ventanas y la retina que hacen que los rayos de luz del exterior se proyectan a través de una poderosa lente que es la córnea. Aquí llega el sonido para llenar el silencio y el oído humano con el tímpano ligado a la corteza cerebral conducen a la audición. El sabor es seguramente el rey de los sentidos y hace perdurar con los años el recuerdo del olor y del sabor.
La motivación para vivir va más allá de la inercia biológica. La sed y el hambre son impulsores. De modo que el placer no está en el estómago ni la boca, son producidas por las encefalinas y las endorfinas que son procesos bioquímicos que se procesan en el cerebro. Así como el sueño permite el equilibrio existen procesos le metabolismo energético que empieza en la boca para luego digerir cuyo marcado corresponde al cerebro después de informarse sobre el estado nutricional.
Se puede morir de inanición y de sed, nadie por no tener conducta sexual. Busca el placer por el placer. Los machos además de competir y copular dejan a las hembras la peor parte que es el cuidado precedido de los grandes costos de la gestación y del parto. Hay leves diferencias en el tamaño del cerebro, pero son mayores las diferencias en el grosor de ciertas partes de la corteza cerebral. Pero nada es más fuerte en los humanos el instinto de supervivencia como es la necesidad de aire, la sed y el hambre. En fin, la emoción que “es siempre una revolución fisiológica corporal automática, rápida y básicamente inconsciente” Nuestras razones están impregnadas de emociones en un cerebro que ha evolucionado como sistema mnésico.