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Este artículo es de hace 3 años

El 8 de marzo se verán las caras

Una guerra frontal entre el Parlamento y el Congreso se calmó un poco porque Alva puso paños fríos después de la denuncia constitucional de Bettsy Chávez.
Antonio Castillo

Pese al arrugue coyuntural de parte del sector de congresistas de la ultraderecha que vienen promoviendo la vacancia presidencial, obligados por el inmenso rechazo ciudadano de estos días, es claro que la reunión que tuvieron en el Hotel Casa Andina para discutir la modificación constitucional que permita la vacancia de Pedro Castillo, entre los que se encontraría la propia presidenta del Congreso, así como de la Comisión de constitución, denunciada por la revista Hildebrandt en su Trece, ha puesto en evidencia, una vez más, que el Perú se encuentra a expensas de un burdo complot antidemocrático, de carácter permanente y de imprevisibles consecuencias para el orden constituido y la paz social a que anhelamos todos los peruanos.

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Es el mismo sector que, desde la segunda vuelta, habló de fraude, luego de vacancia, después renuncia, y en estos días de acusación constitucional, suspensión y hasta de la tremebunda figura de traición la patria. A ellos no le importa cómo se llame, de los que se trata es de sacar a Castillo del gobierno; como no existe causal ni razón se devanan los sesos buscándola porque saben que esta no existe. Hay que inventarla, entonces, para eso complotan mañana, tarde y noche, con la complicidad de conocidos “juristas” y opinólogos, que exprimen los artículos constitucionales, como limón de emolientero, para hacerlos decir, vía forzada “interpretación auténtica”, lo que aquellos no dicen, al estilo de los más connotados tinterillos del jirón Azángaro.

Cuando la causal de vacancia presidencial existe objetivamente no necesita buscarse, se presenta de manera clara y meridiana, suscitando la indignación social y el consiguiente consenso para sacar del cargo a cualquier mandatario que habría incurrido en grave afrenta a la Nación o a la figura presidencial, como sería, por ejemplo, la eventualidad de crímenes de lesa humanidad, violación de la libertad sexual, drogadicción, flagrante acto de latrocinio, entre otros; ninguno de los cuales se presenta el día de hoy.

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Que el actual presidente de la República se pierda en gravísimos actos de torpeza, nombramientos cuestionables, notoria falta de transparencia en las visitas recibidas, así como en el uso simplista del mecanismo de cuotas políticas o partidarias, no configura ninguna causal de vacancia o algo por el estilo; esos son actos dignos de ser fiscalizados con firmeza y sin contemplaciones dentro de los parámetros constitucionales por el Congreso, la Contraloría, el Ministerio Público, y la propia prensa nacional e internacional; luego de lo cual, y de ameritarse las circunstancias, deberá seguirse los procesos legales respectivos e imponerse las sanciones correspondientes.

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Para que el lector vea lo tolerante que suele ser el sistema democrático con el tratamiento de las gamberradas presidenciales, en aras de la estabilidad gubernamental y el equilibrio de poderes, recordemos que en 1998 el propio Congreso de los Estados Unidos fue generosamente contemplativo con Bill Clinton, a quien mantuvo en la presidencia, pese a haber admitido que tuvo una “relación sexual impropia” en la casa Blanca, con Mónica Lewinsky, una joven becaria de tan solo 22 años.

Pero aquí un sector considerable de congresistas de la derecha política y los sectores oscuros del poder económico y mediático, se encuentran en la primera línea de permanente complot, y este lo empezaron desde la segunda vuelta electoral con la ya desmentida acusación de “fraude” planteada por Keiko Fujimori, así como con el llamado a dar “muerte a Castillo”, proferido públicamente por Rafael López Aliaga, y coreado por los amenazantes grupos de La Resistencia, Los Insurgentes y otros que se jactaban de usar armas, mientras desfilaban por las calles intimidando a la población con el uso de aparatosa simbología fascista. Tal llamado al magnicidio presidencial lo realizó también hace unas semanas un periodista del popular diario El Trome, perteneciente al poderoso grupo empresarial El Comercio.

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No es por las torpezas imperdonables de Castillo, es por odio, racismo, angurria de poder y pérfidos intereses mafiosos que a diario demuelen la alicaída figura presidencial, preparando su defenestración; aprovechando que hasta en los mismos predios partidarios de este existe grave ausencia del sentido de la unidad, prolifera el infantilismo de izquierda y el más vergonzoso oportunismo político.

En ese condenable propósito de tomar el poder por asalto, los congresistas han estirado también hasta fines de febrero, y en forma jamás sucedida en la historia parlamentaria, la legislatura que debió concluir en diciembre para implementar sus reformas vacadoras y empalmarla con la de marzo, a fin de implementar la eliminación de la cuestión de confianza, así como otras leyes con las que buscan dejar inerme al Ejecutivo ante la amenaza de vacancia. El objetivo inmediato era vacar al presidente y vicepresidenta Dina Boluarte antes de julio y que la actual titular del Congreso se ponga la faja presidencial, con la que sueña despierta desde que en julio pasado desairó a Francisco Sagasti.

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Ahora, Alva y los otros llamados golpistas, han bajado el tono. En su retroceso momentáneo han dicho que hay que buscar consensos y objetivos comunes y que esperan al premier Aníbal Torres y a su equipo este 8 de marzo para ver lo de cuestión de confianza. Torres, por su parte, ha señalado que todo puede quedar en el pasado. El retroceso se da luego que Bettsy Chávez anunciara una denuncia constitucional contra Alva porque este integraría una organización criminal, que se reúne y designa tareas, para derrocar a un presidente democráticamente elegido.

Reunión de congresistas que buscan vacar a Castillo
Foto: Hildebrandt en sus trece

Los congresistas comprendidos en la denuncia de la revista “Hildebrandt en sus Trece” deberían recordar que ellos representan a la Nación (artículo 93 de la Carta Magna), y no a los grupos de oscuro poder económico y de otra índole, por lo que, al dedicarse a conspirar contra el sistema democrático, están faltando a la representación para la que fueron elegidos e infringiendo gravemente la Constitución. Así lo entiende la población, por eso es por lo que el Congreso tiene cada vez menor aprobación y mayor rechazo que el presidente de la República. No sería de extrañar que millones de ciudadanos estén sintiendo lo que Cicerón expresaba duramente contra quien pretendía subvertir el orden republicano en la antigua Roma: “¿Hasta cuándo abusarás Catilina de nuestra paciencia?”.

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No hay que confiarse, ni esperar mucho de los abrazos o armisticios políticos con ellos. La ciudadanía debe permanecer vigilante, ya que, de prosperar los vientos de vacancia golpista que vienen soplando y maquinando los asistentes al Hotel Casa Andina, solo van a cosechar las más impredecibles tempestades, en donde la consigna que va a remecer el firmamento político como estruendosos e imparables relámpagos será el de “QUE SE VAYAN TODOS”.

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Antonio Castillo
Abogado y analista político. Exintegrante de la Procuraduría Anticorrupción del Perú y exasesor de la Universidad Nacional Mayor de San...